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Inicio / Cuenteros Locales / maparo55 / Redacción y vocabulario (un par de dolores de cabeza)

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No es un misterio decir, que me fascina escribir cuentos; aunque esa fascinación conlleve una gran cantidad de trabajo y tiempo invertido, para desarrollar sobre el papel, la idea total de una historia. Es un hecho que las musas, son casi un mito; el proceso de redactar un cuento puede ser tan fácil o casi imposible de hacer, dependiendo de muchos factores. A veces, la idea que deseamos escribir, ya está completa en la cabeza y es cuestión de elegir la forma y los detalles con los que vamos a revestirla, la historia ya está ahí, sólo es cuestión de afinar y corregir detalles; pero esta situación es la menos de las veces.
En ocasiones, de la observación misma de la vida diaria encontramos situaciones que nos parecen dignas o interesantes de ser escritas; quizás entonces, el esfuerzo de redacción sea mayor, más difícil y nos toque sufrir y trabajar bastante corrigiendo, antes de tener una historia ya lista para ser contada. Es aquí, en este tipo de ideas vagas que no acaban de ser rotundas o que no se definen lo suficiente para ser llevadas al papel, donde escribir es un goce doloroso, donde la palabra trabajo, sustituye a la inspiración. Las palabras se vuelven fugaces, el vocabulario se reduce y la memoria parece estar obstruida con un bloque de concreto. Escribir se vuelve denso, pesado, tedioso; se necesita mucha fuerza de voluntad, para llevar a buen término la anécdota que se cuenta y redondear finalmente la historia.
Cortázar decía que en ocasiones, cuando la idea de un cuento lo asaltaba, era preciso que lo escribiera de inmediato, para desembarazarse de él como si de una alimaña se tratara. Es bueno, echar una historia fuera de una sola vez, que dejar reposar la idea, porque luego se pierde el interés. Cuando decides regresar más tarde a la idea que te había seducido, te encuentras con que ya no te parece tan buena o hay demasiados obstáculos para hacerla verosímil y sustentarla correctamente. Entonces abandonas la idea y te encuentras de pronto, sin ideas y más solo que un perro callejero. Aunque no es totalmente cierto todo lo anterior, hay algunas ideas que no maduran de inmediato (como muchas frutas o mujeres bellas) y que sólo pasado algún tiempo se dejan ver completas y en toda la magnitud de su esplendor, que es el momento ideal para escribirlas.
Cuando ya se tiene el cuento escrito, ahora hay que corregir y hacerlo con mucha fe, con enorme convicción, porque dentro de nuestras historias encontramos palabras y párrafos que nos gustan tanto, que suenan tan bien a nuestros oídos, que nos enamoramos de ellos y no queremos cambiar ni un ápice, ni quitar una coma. Tenemos que cortar, cortar, cortar, e ir revisando las faltas de ortografía, la concordancia de las frases, lo pobre del vocabulario; si es necesario interpolar algo, hacerlo con la certeza de que dará más claridad a lo ya expuesto, y si no es así, mejor no añadir nada. Estilo oscuro, pensamiento oscuro, decía Azorín. Hay que revisar asiduamente la puntuación para no perder el sentido y la fuerza del discurso, evitar las cacofonías, la repetición muy cercana de palabras. En la diversidad y la fluidez, hay más oportunidades de crear un texto más interesante.
Corregir me destroza. Una amiga me decía: no soy una obsesa de la corrección, les doy a los textos una pequeña revisada y los dejo así. Pero desafortunadamente, corregir es esencial.
Terminada la corrección, hay que dejar reposar lo escrito. No existe un tiempo definido que determine el lapso de reposo, el criterio del escritor y sus necesidades serán los que prevalezcan. En lo particular, una semana me parece suficiente; entonces hago una última lectura, corrijo algún detalle y dejo al cuento ser, bueno o malo, llevará sus propias armas, hasta donde pueda llegar. La mayoría no llega a ningún lado; pero la satisfacción interna de haberlo terminado, me da fuerzas para emprender alguno más.
Estas notas no tienen algún fin en particular, únicamente el deseo de confesar cómo la redacción y el vocabulario me traen de cabeza, cada vez que intento escribir algo.
No recuerdo si fue Roberto Bolaño, Alejandro Jodorowsky o alguien más, quien dijo, que al escribir un cuento, es preciso trabajar no solamente en uno, sino en dos o tres, para no caer en el error de estar escribiendo siempre, el mismo cuento. Es muy fácil escribir en primera persona: yo, yo, yo. El tú, es menos frecuente y cuesta algo más, mantener los tiempos verbales en la forma requerida. Los cuentos narrados en tercera persona parecieran la forma ideal de hacerlo, pero no es así, cada modo tiene su particular dificultad, su gracia, su estilo, su gusto. Así que a escribir muchos textos simultáneamente, para describir el mundo en bastantes de sus múltiples facetas y no repetirnos hasta el infinito.
Yo, hasta aquí. ¡Háganse a un lao!, que voy derecho y no me quito, porque lo derecho no tiene curvas y el que a buen árbol se arrima... ¡aguas!, que nos mojan los perros. Como dice Jaime López: la vida cada día está más-cara y camarón que se duerme, amanece en el mercado. Ya cierro la de comer, porque en boca cerrada no entran moscas y total, para que tantos gritos y sombrerazos estando el suelo tan parejo... Chao.

Texto agregado el 18-09-2011, y leído por 669 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
19-09-2011 Interesante, conocer lo que piensas sobre la tarea del escritor glori
18-09-2011 Y termino: Escribir en soledad, leyendo en voz alta, practicar la autocrítica, sin enamorarse de lo ya escrito, son algunos fundamentos de este arte innato a lo que se suma un trabajo de vida. Y termino, Salú. leobrizuela
18-09-2011 Sigo diciendo. En lo particular no creo sufrir en la corrección, sino que la misma la veo como una búsqueda lenta y continuada de la mayor aproximación a la idea a transmitir, con un toque siempre poético y metafórico, sin sobrepasar una prudente medida. Sigo. leobrizuela
18-09-2011 Comparto en un todo lo que señalas, amén del olvido de otro trabajo fundamental, como es el de profundizar en el uso de la gramática, la sintaxis y el conocimiento de las palabras y sus sutiles variantes, llamadas sinónimos. leobrizuela
18-09-2011 Desde todos los ángulos resulta agradable y ejemplar tu texto. Todos los que intentamos contar cosas nos vemos retratados en él. En mi caso, cansado de ser escueto, decidí ser más barroco en una de mis pequeñas narraciones y una lectora me dijo que menos era más. Lo ortográfico y las repeticiones que señalas son algo fundamental. Te felicito. peco
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