Lo bueno de tener de nuevo el ordenador en casa es, sin duda, retomar la costumbre de los monólogos. aparatosos discursos, sin fin ni fondo, que hacen de horas muertas un estupendo entretenimiento, tan aburrido para quien los recibe, como divertido para mí.
El tiempo que a lo largo de los años he dedicado a estos sinsentidosmonólogos, me ha dotado de un gran talento para alargar cada vez más y de manera más soporífera el texto, con lo cual, sin apenas esfuerzo y con una destreza encomiable (modestia aparte),
redacto mis cuitas anodinas de manera tan fluida que puedo realizar, sin estorbo alguno, cualquier otra tarea, ya sea doméstica o de otra índole;
es tan poco el cuidado y miramiento que necesito, que el otro día sin ir más lejos, hacía el amor con mi novio mientras decidía si pondría comillas o no a la palabra "lechugaverde", y todo esto sin dejar de sentir la pasión que el momento requiere y sin perder la concentración correspondiente, el resultado es invariablemente el mismo: ni uno sólo de los textos resulta gracioso o entretenido.
Aunque, el verdadero talento no radica en esto , el don está, a quién le cabe la más pequeña duda, en conseguir, que cualquier persona que comience a leer lo que escribo, no lo deje, a pesar del aburrimiento, hasta el final.
No me resultó tarea fácil; al principio recibía mails anónimos con severas amenazas que se ejecutarían sin dilación, a menos que dejase de aburrir con mi hobby.
Pero el empeño de una persona de mis características, está a salvo de críticas, porque no lo hace para regocijo ni penar de los que leen, sino por pura afición, esto es, que el placer está de principio a fin, intrínseco en el acto mismo de la redacción y no en la apreciación o desprecio de algo tan externo como son los demás.
Ahora, por ejemplo, llevas leyendo lo que quiero, que carece de datos, expresividad o cualquier ingrediente necesario para entretener a un lector medio, al menos cinco minutos.
Y no me extrañaría saber que no has sonreído en ninguna ocasión.
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