Todo ocurrió a causa de mis celos. Hacía mucho tiempo que este problema estaba afectando nuestra relación. Ese día habíamos discutido otra vez por un tema recurrente: yo la vigilaba todo el tiempo. Ella estaba cansada de mi constante desconfianza, por eso cuando tomé su celular y dialogué con el desconocido que la estaba llamando se sintió perseguida y reaccionó.
Su reacción fue lógica: se enojó, salió dando un portazo y al rato vi que sacaba el auto del garaje.
Invariablemente, en circunstancias parecidas yo la llamaba para disculparme, pero en esa ocasión no lo hice; estaba tan enceguecido que creía tener razón.
Hoy se cumple un año desde ese día y me arrepiento por no haber hecho ese llamado. Sé que es demasiado tarde para reparar lo ocurrido, pero la idea de llamarla me persigue todo el tiempo. Finalmente, aunque comprendo que es una locura marco su número. Es imposible que responda, pienso. Lo que me ocurre es muy extraño, porque desconociendo toda lógica insisto una vez más. Estoy a punto de abandonar, cuando alguien contesta.
-¿Quién habla?- pregunta una voz masculina, y yo no sé qué responder.
-No discutas con ella, por favor- Le ruego, intentando contener la sorpresa.
En ese momento la comunicación se corta; trato de reanudarla, sin éxito.
Desesperado, vuelvo a la realidad y recuerdo la tragedia que ocurrió esa tarde, luego de nuestra discusión.
Manejaba furiosa. Tomó la curva a demasiada velocidad, derrapó y cayó al vacío.
Pensando en aquel terrible accidente en el que perdí al amor de mi vida, me quedo dormido en el sofá de la sala. Cuando despierto, es casi medianoche y todavía estoy asombrado por el insólito mensaje que traté de trasmitir.
De pronto, me invade la esperanza al recordar que hace un año no hubo advertencia cuando atendí el llamado de aquel desconocido. Tal vez…
Sé que probablemente estoy loco, pero me parece que hace unas horas pretendí aconsejar a alguien que conozco muy bien: yo mismo.
El cansancio logra vencerme, y mientras camino hacia el dormitorio pienso en las segundas oportunidades que nos brinda la vida. Entonces miro la cama y la veo allí, dormida sobre su lado izquierdo como antes.
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