EL TEMA ERA LA RUTINA

Dos días pasados y las hojas continuaban vírgenes. De un pálido amenazante. Era una encrucijada para todo aquel que buscara profanar dicha pureza. Si quisiera alargar la discusión a una cuarta línea de referencias, escribiría que burlonamente el pliego incitaba gritando desafiante: "Atrévete, si puedes".
Pero la escritura no estaba invitada y el pobre de Jorge Reyes, estático, volvía a preguntarse cuáles eran sus prioridades hoy. Iniciar su historia de una buena vez, o buscar si aún quedaba pan en la cocina. El hambre pudo más. Ya son tres días pasados y las hojas continuaban vírgenes.

Lo que no sabía Jorge era que la historia ya había comenzado y que su gran problemática no radicaba en cuanto tardaría la inspiración tocar su puerta, sino en resolver cómo saltar, con pluma en mano, a un tren ya en movimiento y no morir al intentarlo.

Al cuarto día escribió: "El tema era la rutina", y volvió a su rol de estátua. Golpeó con el lápiz sobre el papel durante un par de horas. Con el otro extremo para no manchar la hoja. Recordó el método clásico en literatura donde los protagonistas son aquellos que se enfrentan a un cambio. Que crecen. Que el verdadero tema no era la rutina sino la reflexión que se hace sobre ésta.
Inmediatamente tachó su frase volviendo a cero. Tardó más en cubrir las palabras que en proyectarlas, sin embargo estaba más tranquilo puesto que el papel ya había sido violado. Un montón de páginas blancas y como portada una mancha poco decorosa. Vomitada. No cualquier mancha, era su mancha. La mancha de Jorge.

Sonrío al verla, se atrevió y pudo.