Su hija adolescente de un tiempo para acá no volvió a hablar y se aisló del mundo. A él, padre soltero, debido a la muerte en el parto de su mujer, poco o nada le importaba lo que sucediera con su hija, en gran parte por culpa de su adicción a la pornografía. Aburrido de encontrar en los videos siempre lo mismo, decidió alquilar una película de cine real. La idea se le ocurrió por un reciente escándalo en el que se enteró de la existencia de un tipo de filmes en el que no hay actores ni libretos: muertes, torturas y demás eran verídicas. Así pues, cada día que pasaba, una película nueva entraba a su hogar. En lugar de producirle rechazo, estas escenas de abuso sexual y festín de sangre le excitaban sobremanera. Un buen día, el hombre que lo atendía en el video, le ofreció un material como ninguno hasta ahora visto, en el que cinco hombres hacían de las suyas con una tierna y dulce pequeña. El pagó el doble y7 tan pronto como pudo llegó a su casa. Allí inició su ritual. Cerrar con seguro su habitación, prender la video casetera, introducir el objeto de perversión y disponerse a la masturbación como en momentos anteriores, pero esta vez no lo hizo, por que un hombre, por muy corroído que tenga el cerebro, no puede llegar a sentir la mas mínima excitación al ver a cinco hombres, violando a su propia hija.
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