La rubia dormía acurrucada en el mullido almohadón.
Habían llegado al cuarto del hotel de madrugada dando vítores a todo, riéndose especialmente cuando ella lanzó un maullido como una gata en celo haciendo peripecias en la cama libando el Bayleys que se trajo del bar. Richard recordó la noche espectacular que habían vivido, pensando en algún momento, en el devaneo alcohólico, que era la mujer de su vida. Es más, asegura que se lo dijo. Aún recuerda su sonrisa. Ahora que es hora de irse le apena despertarla para preguntarle su nombre…
Texto agregado el 14-09-2011, y leído por 215
visitantes. (5 votos)
Lectores Opinan
04-10-2011
Buena foto de algo que sucede. Bien relatada por otra parte. negroviejo
16-09-2011
ja, ja, ja ¡cuántas veces uno se enfrenta con este tipo de espejismos! 5* Susana COMPROMISO