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Dejó sus maletas en el living y se sentó en el sofá con una copa de vino tinto en su mano izquierda. Cruzó las piernas y esperó la llegada de el con ansias, nervios, y algo de angustia. Pero estaba decidida. Ya no había otra forma. No había otra solución.
Bebía poco a poco los sorbos de la copa francesa que registraban el labial escarlata en su borde. Sus manos temblaban levemente, y su organismo pedía con urgencia el tabaco que había dejado hace ya un año. Esto debía resultar. Esto debería arreglar todos los problemas. Debería hacerlo entrar en razón.
La luz del living estaba apagada, ella estaba sentada en el sofá, cubierta por la oscuridad de la noche, apenas visible por la tenue luz que llega del pasillo. El escaso destello de la luz de la luna se reflejó en la copa de cristal que la recibía a través de la ventana. Sus ojos perdidos en la penumbra que los protegió durante mucho tiempo. Había esperanza de que los años continuaran. La había aún en su corazón. Pero la pasión se había ido. El amor parecía disuelto. Pero ella quería luchar.
Las maletas. La copa. El vino. El sofá. La luna. La luz. La oscuridad. Ella.
Semanas… meses en realidad, de una relación tan pobre, tan vana. Ya nada era lo mismo. Ella reconocía sus errores. Sabía que a veces era distante y cruel. Pero ahora el ya no luchaba por nada. Llegaba tarde, se limitaba a indicar su llegada. Nada más. La casa era su refugio de la noche, su cama solo servía para dormir. Los besos, las caricias, las conversaciones, las salidas y los juegos no eran más que recuerdos de algunas fotos en viejos álbumes empolvados en el armario o el velador. Ya nada era lo mismo. La fría indiferencia había endurecido sus corazones, el orgullo había anudado sus lenguas, el resentimiento y la amargura cerró las gargantas.
Una lágrima cayó de su ojo izquierdo y rodó por su mejilla hasta perderse en su vestido negro. El de la primera cita. La película de su primer encuentro amoroso corría por su mente. La angustia y la esperanza besuquean y se arañan en su corazón. El vino se acaba de la copa. Podría beberse varias botellas enteras. Lo sabe. Podría emborracharse. Lo sabe. Quiere. Pero no lo hace.
Entonces repasa el plan.
Cuando el llegue, verá las maletas y se preguntará qué ocurre. Ella le dirá que está cansada de esta relación distante, amarga, dura y egoísta. Se va. El (conoce sus reacciones) se tomará el cabello, e intentará hacerla entrar en razón. Querrá que se sienten a conversar. Ella dirá que no hay nada que conversar, que ya tomó la decisión. Así que se irá y lo dejará llorando. Claro que ella no tiene un amante, pero lo único que desea es que el recapacite y vaya de rodillas a pedirle que vuelva.
Si, es cruel, pero lo ama, a pesar de todo, y sólo desea que esto se solucione de una buena vez.
Mira la hora. Al parecer llegará mas tarde de lo que acostumbra.
Se levanta y va hasta la cocina para llenar su copa otra vez. Le ganan los nervios. La angustia ahora pelea con la esperanza. No puede estarse tranquila.
Vuelve al sofá. Retoma la posición anterior.
Escucha el sonido de un motor. Es él. Percibe todo el movimiento. Apaga el motor, abre la puerta, se baja del auto, cierra la puerta, abre la reja, entra, cierra la reja, camina por el patio, saca sus llaves, mete la equivocada en la cerraja, la busca en la oscuridad, balbucea un par de insultos, la encuentra, abre la puerta, entra, cierra.
Él se aproximó hasta el living casi presintiendo la espera de ella. La vio en la oscuridad con la mirada perdida y triste de sus ojos de perla negra ardiendo ante la luna temblorosa. El vino carmesí furioso y calmo en la copa manchada por el labial escarlata. Las maletas… ¿maletas?
- Hola cariño…
- Hola – ella ni siquiera lo miró.
- Emmm… ¿está todo bien? – la miró con cierta preocupación naciente al percatarse ya definitivamente del detalle de las maletas.
Ella lo miró ahora con la vista fija.

- ¿Todo bien?, ¿qué crees tu, amor?, dímelo, ¿está todo bien?
- No lo sé… - el se llevó una mano a la cabeza creyendo comprender el problema.
- No. No está todo bien, querido… - ella dejó la copa de vino en la mesa de centro y se levantó – me voy.
El la miró con un gesto de impresión abriendo los ojos de sobremanera.

- ¿Te vas?
- Si, me voy
- Pero… pero…
- No hay ‘‘peros’’. No más.
- Cariño, cálmate un poco… sentémonos… conversemos…
- No am… no, no más… - se le escapó una lágrima y el titubeo de sus frases. – tuviste… tuviste mucho tiempo para intentar arreglar las cosas… ya es muy tarde… me voy, y no hay nada que puedas hacer para arreglar las cosas… adiós mi amor…

El se tomó el cabello mientras ella se ponía una chaqueta y tomaba las maletas para salir.
- pero… - dijo el mientras ella pasaba a su lado.

Ella llegó hasta la puerta mientras el la miraba invadido de una desesperación por no saber qué hacer o decir.

- Cariño – dijo mientras le tomaba el brazo, a lo que ella se volteó algo sobresaltada – no te vayas… se que es tarde para esto… pero quédate, no tienes que irte tu… yo me iré… tu no tienes a donde ir… yo si.

Texto agregado el 13-09-2011, y leído por 174 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
13-09-2011 Muy bueno, me gustó. abigail78
 
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