BOSQUE ERIAL 333 palabras
Bajo una luz de candentes
Morbos,
Cual lánguidos luceros
Moribundos,
Me diste un adiós entrelazado
Al recuerdo,
Me dejaste en un segundo.
Envuelto en un cáliz
De embeleso,
Sentir el éxtasis
De aquel beso,
Tus blancas manos
Me mimaron
Y más de mil en
Un segundo,
Por mis rojas mejillas
Lágrimas rodaron.
Era la emoción
De tu partida,
El sencillo hechizo
De tu encanto;
Era la expresión
Del alma mía,
Un dolorl bestial
De amarte tanto.
Al sentir el río por mis
Ojos,
La noche acentuaba sus
Tinieblas,
Sus mórbidos rayos
Expiraban,
El último suspiro,
Era un antojo.
Oculta la luna,
Tras las nubes,
Ignoraba mi plática
De amor,
Las luciérnagas ya
Fosforescentes, por el bosque,
Por el fruto,
Por la flor.
Enmudeció el búho
Su tétrico cantar,
El orujo de la noche,
Se esfumó,
No se oyó del ave negra
Su aletear,
Callaron las ranas
Su croar.
El grillo que agudos gritos
Daba,
Para escuchar el silencio
Se calló,
Mas la niebla, tu frente
Acariciaba,
Lo mismo que lo estaba
Haciendo yo.
El tiempo detuvo
Su Ruidosa marcha,
La bóveda del cielo
Oscureció,
Cubrimos de pecado
Aquella noche,
Que me diste tu candor
Yo mi amor.
Cerré los ojos,
Al sentirme por tus cálidas
Montañas,
Navegando por torrente
De Pasión,
Al verme transportado
En aras de la dicha,
Sentí el amor, que emanan
Los corazones.
Consciente de la gloria
De tu cielo,
De la virginidad guardada
En tus entrañas,
Tejí las guedejas
De tu pelo,
Quiero asirme de ellas
Las mañanas.
Tu cuerpo blanco
Cual el mármol,
Jamás imagen esculpida,
Dio contraste
Entre juncos, y cardos
Sobre un árbol,
Tu imagen ya veía.
Confundida.
De pronto en la faz
Del Horizonte,
El reflejo de un rayo
Que ilumina,
Una álgida nube
Sobre el bosque,
Tu cuerpo, el mío
Lo mancilla.
Cantan de nuevo
Las aves Nocturnales,
El tiempo sigue
Su estridente marcha,
Mientras el azahar
De naranjales
Miles juncos de amor
Sembró la noche.
Reinaldo Barrientos G.
Rebaguz
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