— ¿Cómo estás? —Habían pasado dos meses desde que no se veían. Carlos la miró y la vio tan cambiada. A pesar de conocerla por tanto tiempo, Ana ya no era la misma de ayer y eso él lo notó.
—Bien, ha sido un viaje largo. Sé que querrás saber por qué no llame, pero... —Ana bajo la mirada, estaban los dos en medio del andén, ella acababa de llegar de Barcelona, se fue por trabajo y dejó a su novio Carlos en Madrid.
Llevaban dos años de novios y vivían juntos desde hacía tan sólo unos cuantos meses.
—No te preocupes ahora, no es el mejor momento para hablar de eso. Dame tu maleta, la llevo yo —dijo Carlos—. Debes de estar muy cansada, son muchas horas en el tren. Me acuerdo cuando viajamos a Granada y estuviste quejándote de la atención.
Ana no dijo nada, conocía a Carlos. Cada vez que éste se ponía nervioso, contaba algún chiste o alguna anécdota. Era su forma de evitar los problemas.
Llegaron a la casa, Ana vio que todo estaba igual. Entró y recordó el típico olor de su casa. Vio la foto de los dos en el salón, la alfombra roja que no le gustaba, pero que la compró para que Carlos se sintiese bien. Todo estaba igual y eso la entristeció más. Tenía que hablar con él decirle la verdad, pero cómo lo haría. Durante el viaje desde Barcelona a la estación de Atocha había estado planificando lo que iba a decirle, pero ahora que estaba ahí junto a él y sintiéndose en casa, era más difícil aún.
—Carlos —Ana se sentó en el sofá y sin cambiarse, empezó a hablar con él—, tengo algo que decirte.
—Dime qué te pasa, llevas muy mala cara. No quieres que te prepare algo de comer, ya sabes cómo son en estos viajes que prácticamente no comes nada.
—Por favor Carlos, siéntate. Esto es algo importante y no quiero seguir con esto dentro de mí.
Carlos se sentó, estaba tratando de disimular su nerviosismo. Sabia que algo malo había pasado. Durante el tiempo que Ana estuvo de viaje, ella no había llamado, ni había escrito para decirle que todo estaba bien. Ella era fotógrafa y en su trabajo le mandaron hacer algunas fotos del Forum de Barcelona y eso le había tomado dos meses. Carlos sabia que ella adoraba su trabajo y era lo más importante en su vida.
—Es cierto que te mereces una explicación por mi indiferencia, por no haberte llamado, ni escrito. Sé que debí hacerlo, pero tenía que irme y alejarme de ti y así ver si realmente estoy enamorada de ti o no. Este viaje me sirvió de mucho, porque pude estar sola y pensar sobre nuestra relación y nuestro futuro juntos. Al principio me sentí un poco rara porque había estado tanto tiempo contigo, que me había olvidado de estar conmigo misma. Me di cuenta que creo que me equivoqué.
—Y qué es de lo que te arrepientes.
—No pienses que me arrepiento de algo. Te quiero y sé que en ese momento no hubiese tomado otra decisión mejor.
—Pero...
—Pero necesito más tiempo, necesito tiempo para mí, para mi carrera. Quiero viajar, conocer otros lugares, quiero conocer el mundo.
—Y crees que a mi lado eso no va a ser posible, ¿no?
—Espero que algún día me comprendas. Perdóname por esto, yo...
—No tienes nada de qué pedir perdón. Yo te quiero y siempre he deseado lo mejor para ti. Y si crees que esto te hará sentir así, pues adelante. Yo no te detendré.
Ana lo miró con los ojos llenos de lágrimas. Sabía que Carlos la quería demasiado y que era capaz hasta de sacrificar todo por ella. Se acercó a él y le dio un beso. Sintió dentro de ella que nunca antes lo había besado así, que ahora lo quería más que nunca y que era el hombre de su vida.
Esa noche, un veinticuatro de diciembre, en medio de aquel salón hablaron como nunca antes lo habían hecho...
Un mes después, Ana se fue a Francia.
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