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Son las nueve de la mañana, lo sé, porque es la hora en que empiezan a llegar las visitas. Mi madre es la primera que viene a visitarme, ya de eso hace cuatro años.
Puedo sentir sus pasos desde esta cama, en la cual llevo durmiendo, como dice mi madre, todos estos años. Ella es la primera y la última en irse del hospital, se ha hecho muy amiga de las enfermeras y dejan que se quede hasta muy tarde. Ella es muy buena conmigo, me trae mis libros favoritos y me los lee todos los días, como cuando era niña.
—Buenos días, mi bella durmiente.
Cómo quisiera poder responderle, aunque sea poder sonreírle.
Mi hermano Bruno es el próximo en llegar, siempre viene a verme en el entre turno de su trabajo, a la hora de almuerzo. También viene a ver a Julia, mi enfermera personal. Sé que a él le gusta, me lo dice cada vez que viene. Sólo que tiene miedo de que ella le diga que no. Siempre fue muy tímido para esas cosas, y cada vez que le gustaba una chica, venía corriendo para contármelo. Me hacía reír tanto de pequeños.
Cuando él llega, mi madre se va almorzar, siempre regresa con alguna revista que vio en el quiosco de la esquina. Mi hermano se las lleva siempre, pues sabe que a mí no me gusta que me lean revistas viejas.
Todas las mañanas Julia viene a bañarme y me da unas frotaciones muy buenas en las piernas, ella es masajista profesional... Me trae unos perfumes exóticos y unos aceites que huelen muy bien. Dice que su novio es hindú y le trae esas cosas cada vez que viaja a su país.
Milagros es la otra enfermera, es muy buena. Tiene dos hijos y, según ella, un marido que no sirve para nada. Se sienta con mi madre en la mesa cerca de mi cama y se pasan largas horas conversando de los dilemas de sus relaciones y de lo difíciles que son los hombres.
Me encanta poder escucharlas hablar y sé que el día que me despierte, iremos juntas al cine y luego nos iremos a un café a hablar de lo complicados que son los hombres...
Mi cabello es corto, mi mamá dice que me queda mejor así. Es muy extraño no poder verme en un espejo, siempre llevé el pelo largo y ahora quisiera tanto poder verme.
Me encanta el Rock, mi hermano se encarga de traerme unos discos muy buenos, sólo que no puede ponerlos en alto, los médicos lo echarían si él lo hiciese. Así que trae un discman para que yo pueda escuchar algo de Nirvana o de Pearl Jam. Son mis grupos favoritos, sé que ya no son muy famosos, pero eso era lo último que escuchaba antes del accidente.
Tengo vagos recuerdos de lo que realmente sucedió. Tampoco nadie me lo menciona, es como si no quisiesen hablar del tema. Pero a mí me gustaría tanto saber qué fue lo que pasó con Álvaro, sólo que me imagino lo peor, pues nunca ha venido a visitarme...
Desde el accidente y desde que me pasó esto, trato de evocar algo. Tengo una memoria muy mala, siempre la tuve, pero ahora desearía tanto que no fuese así...
Cada vez que abren la ventana puedo sentir el aire rozar mi cara y esa sensación me transporta a mi niñez, a la casa de la playa, a los juegos de las ferias... Puedo ver a mi papá, cuando estaba con nosotros, sonreírnos desde lo alto de la casa. Su médico le prohibía bajar a jugar con nosotros, su corazón siempre fue muy débil. Yo creo que el hecho que él muriese fue lo mejor, no se merecía verme así, no él.
Son las dos de la tarde y mi hermano ya está aquí. Al parecer hoy está mucho más animado, pues está conversando muy amenamente con Julia. Me alegraría tanto verlos juntos, sé que harían una linda pareja. Ella es muy dulce, sólo que está muy enamorada de su novio, el hindú.
Cuando estamos a solas me dice que un día es éstos me lo va a presentar. Según ella, él quiere conocerme para saber cuál es mi aura... Yo me río de esas cosas, no soy muy creyente.
Hace algunos días el doctor estuvo aquí y, como siempre, no sabe qué hacer para que despierte. Cree que eso depende de mí, pero si eso fuese así, hace rato que ya me hubiese despertado. Siempre fui una persona que le gustaba el campo y los deportes. Vivía al límite y Álvaro era mi compañero de aventuras, salvo que en ésta me ha abandonado...
Me deprimo con mucha frecuencia, sólo que nadie se da cuenta de eso. Ya aprendí que tengo que afrontar sola mis problemas, que nadie más puede ayudarme. Quisiera tanto poder mover aunque sea un dedo de mi mano para que sepan que estoy viva que no me he muerto, que sigo aquí...
Quisiera tanto poder sentir el roce de mi cuerpo con las sábanas, poder sentir cada inyección, cada caricia de mi madre, poder sentir los masajes de Julia, tantas cosas...
Será mejor que me calme, no dedo alterarme, sé que esto pronto terminará.
No puedo creer cómo ha pasado el tiempo, hace seis meses que me enterraron. A pesar de haber muerto no siento pena de mi final, creo que era casi imposible que despertase. Sólo siento un poco de nostalgia por Álvaro, me tuve que dar cuenta muy tarde de que él estaba vivo.
No le guardo rencor, esos son sentimientos que pertenecen a los seres humanos y yo ya no soy uno de esos.

Texto agregado el 13-09-2011, y leído por 43 visitantes. (0 votos)


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