El hábito (XVIII)
Sonó el celular y al observar la pantalla miré que era un número desconocido, usualmente no contesto esas llamadas por aquello de las extorsiones, pero ese día me dejé llevar por una corazonada:
-Qué onda Miguelillo ¿cómo estás? Se escuchó una voz familiar del otro lado de la línea, soy “El Cone” tu cuate de la prepa-
-¿Qué pues mi “Cone”? ¿Qué milagro? ¿Dónde consiguió mi número?- le contesté con alegría y algo de desconfianza.
Lo anduve rastreando en el pueblo hasta que me dijeron que trabajabas en un periódico y cómo a ti te gustaba eso de la investigación me dije igual y me hecha la mano con un asunto que me trae desvelado. -Me dijo con un dejo de tristeza.
-¿Y en qué le puedo servir mi estimado amigo?- le pregunté.
-Fíjate que me metí al ejército y... -hablando en un tono solemne de inmediato lo interrumpí, para rememorar la vieja amistad.
-Sí tenías toda la facha de “sardo” compa, te fascinaba andar de burras y con tus cortes de pelo al rape, -le dije en tono de burla.
-Ese no es el punto compa, lo que pasa es que me junté con una “morra” de por allá de los Altos de Jalisco, y pues resultó que está medio loca y tuvimos un “morrito” y usted sabe cómo es la vida de los militares; unos días aquí, otros allá y cuando regresé a buscarla, la “morra” andaba en el vicio y me dijeron que había regalado a mi niño a un orfanatorio, fui a investigar y nada: míjo está desaparecido, -se le quebró la voz. Y me acordé que tú eras bueno para eso y me dije igual está con los Federales, o por su cuenta y me entero que eres periodista y dije: no pos este cuate seguro me echa la mano, y mira que coincidencia me dijeron que andas por aquellos rumbos de los altos de Jalisco, justo donde es la morra y donde se perdió mi chavo.
Guardé silencio, aquello me daba otra corazonada, de pronto tuve una epifanía, no era la primera vez que presentia, antes de saber lo que pasaba; se me dibujaba en la mente todo el diagrama de la escena y entonces relacioné los niños del túnel con su hijo, y algo hizo eco.
-Pues si por acá ando y claro que te echo la mano con lo de tu hijo, a ver dame todos los datos: nombre de la mamá, dirección, si te sabes el nombre de sus papás, toda la información que me puedas dar entre mayor cantidad, mejores probabilidades tendré de averiguar algo.
-Me dio las datos y colgamos, me comprometí a agotar todos los recursos a mi alcance para saber dónde estaba su hijo, y a pesar de ser un tipo rudo se despidió a punto de llorar. El diario ya me había puesto un ultimátum si no le daba algo, no estaba dándoles nada y mi sueldo y viticos no se detenían, me urgía darles una historia, pero estaba atado por un lado por la monjita y por otro por el policía, comencé a indagar y las pistas me llevaron a una colonia humilde como miles que se reproducen por todo el país: calles de tierra, casas mal construidas, niños desnutridos jugando semidesnudos con tierra y lodo, con sus barrigas enormes, atestadas de parásitos, pregunté por todas las casas y conocidos y me dijeron que “la Bertha” trabajaba en un bar de mala muerte en las noches: “el Chalecos” ahí se prostituye para seguirse drogando y alcoholizando.
Fui al hotel a bañarme, salí cerca de las diez; esperaba que la monjita viniera, le dejé una nota con el recepcionista que me esperara en la habitación que algo urgente me ocupaba, asi que me dirigí hacia la salida sur del poblado y me senté en una de las mesas del luga, era como todos los bares, un lugar lúgubre y lleno de cochambre y también de prostitutas decadentes con ropas similares a sus desgraciadas condiciones, le pregunté al mesero por “la Bertha” y unos minutos después se sentó una mujer joven caída en desgracia aun con resabios de belleza.
-¿Qué quieres? -me preguntó agresiva, no vendo roca, ni sé nada de nada; luego luego, se ve que eres policía, y bien menso por qué no disimulas nada, yo no sé nada, yo no hice nada, y yo no vendo nada, asi que si no me vas a invitar o quieres coger, ahuecando el ala por que “time is Money”- dijo en spanglish.
-No, no vengo a hablar de eso, sé que tuviste un hijo y hay alguien interesado en encontrarlo- dije tratando de empatizar.
-¡Yo no tuve ningún hijo, y no sé quien chingaos eres y no quiero estar con un pinche loco que inventa historias!- se levantó tirando la cerveza de un manotazo.
Continuara... |