Vendrás con la mano entre los bolsillos y con un poco de sorna, tedio, desencanto; ese algo que se marcara en tu cara mientras en la mano derecha sostienes la pistola asesina. Apuntarás y dispararás. Todos y todas lo hacen. Cuando vea la punta de la pistola apuntando mi cara vomitare, lo sé, porque otras veces me he cagado del miedo y sé que suelo vomitar. El sabor amargo, que otras veces he sentido, esta vez será más intenso. Pensaré durante los cinco segundos que dure el acto histriónico en todas las cosas que no pude comer, en todo lo que dejaré de beber, en esas mujeres a quienes jamás me cogí, en ese nombre que nunca pude poseer, en la puta lata de cerveza vacía, viejas quemaduras de cigarro, los silencios que nunca dicen nada. Porque todos somos nombres, silencio, polvo, tierra, lo que bebemos, lo que comemos, adentro hay mierda, claro que hay mierda, no podemos ser otra cosa. Tú serás un nombre en un viejo periódico, yo seré un nombre inscrito sobre una placa de cemento en la que algún ave vendrá a depositar sus huevos o simplemente pasará y celestialmente cagará, montañas de tierra lo inundaran hasta desaparecerlo, sí, es el nombre lo que me ha dado vida. Sí, todo es otra vida. O al menos es lo que necesité.


Con la pistola en mi cara, podré ver el agujero en la punta de tu pistola e imaginar que en unos pocos segundos una ráfaga de fuego saldrá del aquella boca y entrará en mi frente, calentando por menos de un segundo, explotando mi cráneo y luego caer de bruces o de espaldas, eso no lo tengo contemplando aún. ¿Mientras disparas me dirás una última palabra? ¿Pensarás en nuestras largas horas de sexo? ¿Tendrás un gesto más para mí? No quiero eso, la sinceridad me explota en el pecho, no quiero nada de ti. Sólo la bala. El bien común, el tuyo, el nuestro. Una irrisoria mentira que recoja tu corazón y te haga implorar a ese en quien nunca creerás. Me duele el pecho, es la sensación de la nada o un trasiego de sensaciones entre ellos, yo, tú o la simpleza de que las cosas no debieron ser así, pero tampoco de otra forma. 


Y cuando acabe la función, podrás abrir de nuevo la puerta y salir a la calle. Irte a una cantina y emborracharte irte de puta o ir a joder a tu familia con tus grandes problemas existenciales. Probablemente, después de una botella de ron tus sentimientos de culpa te empezaran a atacar, comenzando por la cabeza, recorriendo lentamente cada pensamiento, cada recuerdo, con el tiempo esto te excitara, te excitaran los pensamientos de cadáveres desnudos, de orificios en la sien, tanta cosa. Tocarás la pistola en tu bolso de mano, la tentación volverá. Un hombre, con la mirada opaca te lanzara un escupitajo. Descargaras dos de las cinco balas que aún quedan y verás la sangre que mancha la barra y las copas de vino, los tarros de cerveza, los vasos de ron. No tendrás miedo. Has superado la etapa adolescente en que te has descubierto tal y cual eres. Tal vez el gusto de retarte a ti misma, un poco de tus citas, un poco del no tener otra cosa que hacer; y empieces a buscar alguna bala entre toda esa mierda que guardan las mujeres en su bolso, y cuando la encuentres, la sensación de vacío que precede esos momentos, la sensación de culpa que te carcome las entrañas. 


Esto por supuesto, no lo podré saber, pero definitivamente, cuando tengas más de cuatro cadáveres en tu conciencia sentirás que la culpa ha superado al placer. Lo sé, porque la culpa me ha corroído algunas veces, algo que suele suceder bajo ciertas presiones o en algunas borracheras. Por eso esperé hasta este día, por eso aguanté tanta mierda de mi familia, tanta mierda de ti, porque sé que me has de meter una bala entre ceja y ceja o en la sien derecha, y a ese quien nos mata, le debemos respeto. Pero tú, querida mía, no podrás escapar a ese látigo seco y cruel que es la culpa, cristianamente te torturaras, te golpearas el pecho, te comerás las uñas, pensaras que has pecado, que has hecho mal y que el infierno te espera. Y, querida, por todo eso, tengo la certeza que un día te meterás una bala; en la sien derecha, para ser exactos. ¿Sentirás lo mismo que yo?, ¿la culpa?, ¿el vacío? No es precisamente lo que pasará, pero esto es lo que querías oír, porque todo es una variante que a veces no permite modificarse.
Alguien podría justificar que la culpa viene después, pero ellos qué saben, lo que tú sabes es lo que aparentemente importa. Lo trasladarás de tu mente a otra mente, de tu generación a otra generación, de boca en boca, de tiempo en tiempo; llegarás al fin, todos llegan ahí, a ese pequeño cuartito en el fin del largo corredor y no habrá nada, sólo la misma puerta de regreso y tu falta de valor para hacer que el mundo se trague tu mierda. No, no querida, no debes temer, no debes lamerte como perro y pensar que las heridas no existieron o que algún milagro deberá pasar y no harás nada al final de cuentas, no querida, los milagros no existen. Tampoco debes imaginar que es un sueño y despertaras sudando y asustada, esas cosas sólo pasan en los libros, en la televisión. Existo yo, existe esa bala, existes tú. Por lo demás, sólo dispara que de ti te encargarás tú.
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