Gran Hotel Provincial Por Carlos V González Rivero
Diciembre 2010
El Pampa Mourente jamás olvidara el agitado verano de 1975.
El Pampa se llamaba Oscar, era morocho, alto y corpulento. Desde chico lo llamaban el Pampa, y cuentan que el apodo se lo puso un tío por su aspecto de indígena. De pelos duros y piel mate, bien podría haber sido modelo para una escena campera que eternizara el lápiz y el pincel de Florencio Molina Campos.
Tenía una sonrisa amplia y una dentadura brillante.Era un tipo dispuesto, servicial y amable. Con su andar cansino cumplía con creces su tarea, era un buen empleado.
Hacia 24 años que trabajaba en el Hotel. Ni bien termino la “colimba” se anoto y a los pocos meses lo llamaron para la temporada del 51.
El Hotel había sido inaugurado el año anterior y con eso quedaba terminada la gran obra del Arquitecto Alejandro Bustillo, que incluía al propio Hotel Provincial, al edificio del Casino y la rambla, con una explanada de 900 metros y una plaza seca que separa a ambos edificios y en la que sobre su borde costero están los famosos lobos marinos del escultor Fioravanti. Este proyecto se comenzó a llevar a cabo a fines de la década del 30, siendo terminado e inaugurado en primer termino el Casino Central que con sus 7000 metros cuadrados se posiciono como el más grande del mundo. El Hotel se construyo entre 1938 y 1950; de un estilo ecléctico, se utilizaron ladrillos, piedra blanca de Mar del Plata, rematando en la parte superior con la mansarda de pizarra. Cuenta con alrededor de 500 habitaciones con baño privado y la novedad de tener cañerías que llevan el agua de mar a las bañeras y lavatorios; salones de todo tipo y tamaño y casino propio. El área de servicios, con lavadero, tintorería, cocina internacional, balneario privado y estacionamiento subterráneo. Este conjunto arquitectónico es una de las postales mas conocidas de Mar del Plata.
El Pampa entro en el área Alojamiento. Es el sector que agrupa a las mucamas, mucamos, peones de piso y mantenimiento. Los superiores en ese área son los gobernantes o gobernantas, presentes de a dos en los turnos matutinos y vespertinos mientras que de noche siempre hay uno.
Enseguida lo tomaron como empleado efectivo. Estuvo cerca de 5 años como peón de piso, encargándose de auxiliar a las mucamas en los trabajos mas pesados, pasar aspiradoras y lustradoras en pasillos y habitaciones, armar camas extras, lustrar bronces, llevar la basura al incinerador y muchas otras tareas relacionadas con el buen funcionamiento del área.
En el 56 lo ascendieron a mucamo nocturno, un trabajo mas aliviado en lo que respecta a esfuerzos, mejor remunerado que el de peón y más propinas, pero al que la mayoría esquivaba por el horario: 23.30 a 7.30 con francos los jueves. Su trabajo consistía básicamente en estar atento a las señales lumínicas de las habitaciones que llamaban por algún problema o necesidad.
En aquellos tiempos existía el laudo. El mismo consistía en un plus que se le facturaba al pasajero y se repartía entre el personal de acuerdo al puntaje de su categoría. Por ejemplo un conserje tenía más
de 10 puntos al igual que un gobernante, un mucamo 7 y un peón 5. Era gratificante ver, sobre todo en verano la cotización del punto, que
se anotaba en un pizarrón en la entrada de personal. Era un valor directamente proporcional a la facturación y obviamente iba creciendo día a día. Todos los empleados podían saber cuanto estaban ganando con solo multiplicar el valor del punto por el puntaje de su categoría. A eso lógicamente se le sumaba el sueldo y las propinas.
Al Pampa le vino bien el turno noche, ya que hacia changas de pintor y tras descansar 5 horas a la mañana almorzaba y se iba a pintar. En esos tiempos estaba recién casado y necesitaba plata para terminar la casita que se estaba construyendo en el barrio Pompeya. Su señora, Ema, trabajaba en casas de familia, y sin lujos pero sin pausas la casa se iba levantando. Pensaban tener hijos, pero habían decidido esperar un par de años más.
Unos pocos años después le ofrecieron, a manera de premio, por su buen desempeño, el turno vespertino. Inesperadamente, para Raúl Bermejo, el gobernante nocturno, el Pampa lo rechazo. Ya se había acostumbrado a la noche, y tenia montada una pequeña empresa de pintura, por lo que la tarde la tenia ocupada supervisando
a los tres empleados que tenía diseminados en sendas obras de una Mar del Plata que crecía a un ritmo increíble, o haciendo presupuestos por potenciales trabajos
Las noches, en el Hotel, sobre todo en verano nunca eran aburridas.
El Pampa veía el “back stage” de la farándula, de los políticos y de glamorosos personajes de dudoso linaje. Al hotel también acudían miembros de acaudaladas familias que aun no habían construido o comprado su chalet en el Barrio Los Troncos, o miembros de esas mismas familias que habían perdido en algún garito fortunas e intentaban irse sin pagar mostrándole al administrador tarjetas con 4 apellidos. En tiempos de los festivales de cine le toco conducir a la habitación a más de un actor de cine de Holywood con épicas borracheras.
El Pampa estuvo casi siempre destinado al 5º piso. Viendo el edificio desde afuera es el que tiene sus habitaciones externas en la mansarda de pizarra negra. Aparenta, desde afuera ser el último piso, pero no lo es. Hay un 6º piso que no da al exterior, solo tiene habitaciones internas.
En el 5º esta situada la suite presidencial, un súper departamento de mas de 700 metros cuadrados con todas las dependencias imaginables y donde obviamente se alojan los presidentes de la Republica o mandatarios extranjeros.
En el 4º piso esta la suite de la gobernación, idéntica a la anterior.
El Pampa recibió saludos y hasta recuerdos de varios presidentes: Perón, Frondizi, Guido, Illia y ese verano de la propia Isabel Perón y de López Rega que habían venido desde Chapadmalal a ver por televisión una carrera de Reutemann en Brasil. La Red OGlobo había instalado un dispositivo para tomar la señal en color exclusivamente para la suite presidencial y ahí estuvieron los mandatarios junto a un enjambre de acólitos.
Ese verano de 1975 el hotel estaba colmado. Sumado a los pasajeros
habituales, vernáculos y extranjeros, se sumaban los distintos
contingentes de políticos, desde un ignoto ministro de provincia que
con su familia se alojaba en una habitación interna del 6º piso hasta la comparsa interminable de custodias y otras yerbas que acompañaban al gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Victorio Calabro. El gobernador lógicamente ocupaba la “Gobernación” en el 4º piso con su familia, asistentes y un cocinero muy pintoresco: Su atuendo era un pantalón blanco y una sobaquera sobre el torso desnudo que acunaba una respetable pistola complementada por otra que dejaba arriba de la heladera.
La custodia del gobernador ocupaba 10 habitaciones en el 4º piso, contiguas a la gran suite, todas externas con vista a la Plazoleta Alte. Brown. Los “muchachos” se apostaban por turnos en los pasillos del piso, se agrupaban de a 3, armaban su rancho con sillones de pana y una mesita ratona sobre la cual abundaban ceniceros, atados de Jockey y gaseosas. En todos los casos había una Itaka y un arma corta por cabeza.
Además, ese verano se empezaba a rodar “Nazareno Cruz y El Lobo”, y el elenco, el director y algunos técnicos se alojaban en el hotel. Pero el jaleo no lo provocaba Leonardo Favio, sino el admirado Juan José Camero. Había que estar atento a las muchachitas que se las ingeniaban para filtrarse en el hotel, subir por las escaleras al 5º e intentar, a veces lográndolo, golpearle la puerta de la habitación a Camero. El Pampa era un especialista a la hora de detectarlas y despacharlas para abajo acompañadas por el “Loco” Mendía, el encargado de seguridad.
Pero el trabajo se le complico, cuando se le suma, en la suite 636, Julio Iglesias. Y la caza de admiradoras, se había transformado en un safari interminable. Hasta que hicieron algún ajuste en la vigilancia en planta baja, el Pampa anduvo a las corridas. En esos ajetreos se hizo amigo del manager de Julio Iglesias. Una noche Javier, así se llamaba, le dice:
-Ey Pampa, ven que me tienes que dar una mano
-Que pasa gallego- le contesto
-Ves esto- le mostró una hoja de cuaderno con una firma.
-Si- respondió el Pampa.
- Es la firma de Julio, te animas a hacerla en esta pila de fotos?
La idea era, que entre los dos iban a firmar imitando la de Iglesias, cientos de fotos del cantante gallego. De hecho, aun hoy debe haber decenas de fotos de Julio en manos de admiradoras, firmadas por el Pampa Mourente¡¡¡
Y como si todo esto fuera poco en la suite 620 se alojaba la señora Mirta Legrand con su esposo Daniel Tinayre. Ella estaba haciendo una obra de teatro y llegaba a eso de la 1 de la mañana, cuando estaba a unos 20 metros de la suite empezaba a llamar:
-Emiliooo, Emiliooo.
Hasta que aparecía el Pampa y le explicaba, como todas las noches, que Emilio trabajaba de tarde, que a en ese turno estaba el, y que se llamaba Oscar. Mirta venia antes que el francés y no retiraba la llave de conserjería, entonces pedía que el mucamo le abriera la puerta. El Pampa detestaba ese momento porque precisamente esa cerradura no andaba del todo bien, y no se sentía cómodo con la impaciencia de la señora sobre su nuca.
A mediados de febrero, por lo general, se llegaban a habilitar los depósitos de los primeros 3 pisos. Allí se alojaban por un par de días a pasajeros, familias principalmente, que estaban en espera de tomar
alguna habitación. Se acondicionaba el lugar, se armaban camas y algún biombo, y se equipaba el bañito con lo necesario.
El Pampa a menudo comentaba que eso le parecía una estupidez, habiendo tantos hoteles en Mar del Plata.Le parecía indigno. Pero Raúl Bermejo siempre le contestaba lo mismo:
-No te olvides Pampa que estos lauchas salen por las mismas puertas giratorias que los que están en la suite mas cara, ¡El status Pampa, el status¡¡¡- Y como de costumbre al terminar un comentario largaba una sonora carcajada, extraña en su cara de ave rapaz.
Seria la medianoche del 14 de Febrero.El Pampa recién había tomado su turno cuando recibió un llamado por el interno en el office:
-Quinto piso? –dijo la voz
-Si, quién llama? –respondió el Pampa
-De Recepción. Le mando un cadete con 3 pasajeros, no encontramos la llave de la 771. Le puede abrir usted?
-Si, como no. Mándelos nomás.
Cada mucamo nocturno, tenía un juego de llaves maestras con las que podía abrir todas las habitaciones del piso. Esto de que se extraviara una llave en recepción era bastante frecuente.
El Pampa se acercó al hall de ascensores esperando a los pasajeros y al cadete. A los pocos minutos un timbre corto anunciaba la llegada del ascensor y al instante las puertas de abrían a izquierda y derecha embutiéndose en la pared.
El cadete era un muchacho conocido del Pampa, vivía en su barrio y trabajaba en el hotel todas las temporadas desde el 70. Se llamaba Héctor Ardanz, tendría unos 22 o 23 años, era un petiso morrudo y con un cierto parecido a Pinino Mas. El año anterior se había consagrado campeón provincial de lucha greco-romana.
-Buenas noches Mourente –dijo Héctor evitando la tentación de tutearlo y decirle Pampa.
-Buenas noches Sr. Ardanz –dijo El Pampa con el gesto mas solemne que pudo hacer, intentando hacer reír a Héctor, cosa que nunca lograba.
-Le avisaron de la llave de la 771?
- Si, vamos que les abro.
Al Pampa no le llamaba tanto la atención la hora en la que este trío ingresaba como el poco equipaje que traían. Apenas un par de bolsos de mano que llevaban cada una de las jóvenes mujeres y un pequeño portafolio el hombre.
Mientras empezaron a caminar y recorrer los cerca de 70 metros que había de los ascensores a la 771, el Pampa recordó que esa habitación tiene solo 2 camas turcas, y muy poco lugar para agregar una. Le pareció raro.
El grupo iba encabezado por Héctor, seguido por el trío y el Pampa desde atrás observaba con atención tratando de explicarse de donde habían salido estos.
El hombre, era un flaco con cara de atorrante, morocho, de unos 30 años. Si bien El Pampa ya no se asustaba de nada, y menos en los últimos años sobre los personajes que recalaban en el hotel, éste no le gustaba nada.
Para colmo el flaco se acerca a una puerta toca el pomo y la manija y dirigiéndose al Pampa dice:
-Ehh papa¡¡¡ que lindos bronces pa`hacerlos guita, jua ¡¡
La cara del Pampa debe haberse transformado, porque el flaco puso cara de decir No te calentes grandote¡¡¡
Una de las mujeres era preciosa, alta, de cabellos castaños lacios y largos, tendría alrededor de 25 años. No hablaba.
La otra era una gordita petisa, con voz de pito y algo renga. Cada 2 metros le decía algo a su compañera; la otra ni la miraba.
-771, 771 para pero eso no es el séptimo piso??? Este es el 5º o el 7º??? –dijo la petisa casi sin respirar.
El Pampa, que esa explicación la tenia que dar casi todos los días, dice:
-Señorita, yo le voy a explicar.
La petisa abrió los ojos bien grandes y se puso a la par del Pampa teniendo que elevar mucho la mirada para verle la cara.
-Este hotel tiene 6 pisos. Los 3 primeros son mas chicos y
ocupan el sector Torreón, digamos al sur. Allí los números son los que corresponden a la primera, segunda y tercera centena. Las pares son habitaciones externas y las impares internas. El resto de los tres primeros pisos hacia el Casino, o sea hacia el norte esta ocupado por grandes salones como el De Las Américas.
-El lío empieza del 4º para arriba. Lo que pasa es que hay más de 100 habitaciones en el 4º y en el 5º, entonces hubo que inventar otra cosa.
-La petisa miraba al Pampa como si este estuviera revelando el lugar donde se encuentra el Santo Grial.
-En el 4º el sector Torreón tiene la centena del 4 pero en el sector norte se numera con la centena del 5. Por eso siguiendo la misma lógica en el 5º tenemos sobre el sur la centena del 6 y en esta que estamos ahora la del 7.
-Y en el 6º?? Pregunto la petisa demostrando ser menos inteligente que una ameba.
-los 800 y 900- respondió aburrido el Pampa.
El Pampa abrió la puerta de la 771 y estando mas cerca de los personajes pudo comprobar que la flaca era hermosa, el flaco un ciruja ordinario y la petisa una boluda. Aun no entendía a que venían, y menos como se iban a acomodar en la habitación. Desde ya que con tantos años haciendo lo mismo, el Pampa vio de todo en el hotel, tríos de hombres, de mujeres, dos mas una y uno mas dos. Pero estos, para el no daban el perfil sexual, había algo que no le cerraba, o en todo caso no le gustaba.
-Maesstroo, como te llamas vos –le pregunto el flaco al Pampa.
-Oscar Mourente, señor.
- Nosotros en un ratito vamos a salir, vos nos vas a abrir cuando volvamos?
-Si claro, digan en recepción que me avisen y yo los espero como recién.
-Listo maestro, toma. -El flaco le dio al Pampa 10$. Lo mismo hizo con Héctor.
A eso de las 2 de la mañana sonó el teléfono del office. El Pampa se imagino para que lo llamaban.
Los recibió como cuando llegaron, frente a los ascensores. La única que estaba realmente elegante era la flaca, que a esta altura el Pampa pensó que era muda. La petisa tenía una blusa multicolor y un pantalón blanco que le quedaba muy feo, y el flaco estaba con la misma ropa que traía al llegar.
-Buenas noches –los saludo el Pampa.
- Buenas noches dijeron los tres casi al mismo tiempo.
-Tenes las llaves? -pregunto el flaco, con la voz mas apagada que en el primer encuentro.
-Si, vamos que les abro
Esta vez la caminata fue en absoluto silencio. Nadie hablo con nadie. El Pampa iba adelante, y a pesar de no verles la cara, se imaginaba que algo había cambiado, algo les había pasado. Estaba casi seguro que estaba ante un cuadro que vio miles de veces: Fueron al casino, y lógicamente perdieron.
El Pampa les abrió la habitación y los tres pasaron saludando casi imperceptiblemente.
Ya que estaba en el pasillo mas alejado a su office, comenzó la caminata de recorrida que hacia una vez cada hora u hora y media. Caminaba los dos largos pasillos paralelos al mar y al boulevard donde todas las habitaciones eran externas, haciendo un zig-zag para lo cual recorría los tres pasillos perpendiculares a los dos primeros en donde todas las habitaciones eran internas. Esto en el área norte. De ahí pasaba al área sur, o Torreón donde el recorrido era circular y mas corto. Cuando estaba pasando frente a la puerta principal de la Suite Presidencial escucho una voz.
Se dio vuelta y trato de enfocar la visión. El pasillo levemente
curvo con alfombras de un rojo oscuro e iluminados con fluorescentes y una extensión de mas de 70 metros, sumado al cansancio hacia que El Pampa creyera estar viendo una imagen irreal, solo producto de soñar parado.
A unos 20 metros se le acercaba una mujer hermosa, con lo que desde ahí parecía un vestido tan leve que lo hacia transparente.
-Señor, señor¡¡¡ -sin duda llamando al Pampa.
Ahí cayo el Pampa en la cuenta que era la flaca de la 771, la que el creía muda.
-Que necesita señorita?, pregunto El Pampa sin dejar de mirarla de arriba abajo con cierto disimulo.
-Ay por favor puede venir a la habitación que tuvimos un problemita?.
El Pampa no pregunto nada. Mientras la seguía trataba de imaginar cual era el problemita. Si fuese gente normal, pensó, podría tratarse de la ventana que en esa habitación solía trabarse. Pero tratándose de estos raros, hasta podría ser que lo estuvieran invitando a una orgia. En ese caso, pensaba El Pampa, si no ligaba con esta flaca, seria la petisa, y que al flaco no se le fuese a ocurrir…
En esas cavilaciones estaba cuando llegaron a la habitación.
-Pase –dijo la flaca.
-Permiso,¿ que paso? –pregunto El Pampa cuando vio a los otros dos.
-Que paso preguntas turro¡¡¡ -Grito el flaco enardecido, saltando como un resorte desde la banqueta del dresoir.
La petisa estaba en camisón metida en la cama del lado de la ventana y la flaca se había sentado en la otra.
-Ehh cálmese¡¡, que paso? –pregunto sorprendido El Pampa.
-Devolveme los dólares y el oro chorro¡¡¡
-De que me esta hablando???. El Pampa estaba indignado, pero mantenía su serenidad habitual.
-No te hagas el boludo, vos tenes llave de acá y nos afanaste¡¡¡
-Bueno cálmese, voy a llamar a la policía.
El Pampa, que a esta altura confirmaba su sospecha de que el trío había perdido en el casino, fue hacia la mesa de luz para levantar el tubo y pedirle al Gallego Serrano que lo comunique con vigilancia.
No te muevas o te quemo -era la petisa que había sacado de debajo de las sabanas una reluciente pistola y se la había puesto a 20 cm de la sien izquierda del Pampa.
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A las 3 y 10 de la mañana sonó el teléfono del office del 5º piso.
-Si, quién es? –dijo Mourente casi bostezando
- Che Pampa¡¡ Que carajo pasa en la 771, recién me llaman de recepción que los de la 773 y los de la 769 se quejaron de ruidos, gritos y no se que otro quilombo. Ahí voy para allá y va el Loco Mendía también –dijo casi a los gritos Raúl Bermejo.
Los tres, Raúl, El Loco y El Pampa se encontraron en el pasillo largo y a trancos largos enfilaron para la 771.
Golpearon y nada.
-Abrí Pampa, abrí –dijo ansioso Raúl
Entraron con cierta precaución.
-Permiso, policía –exclamo teatralmente el Loco Mendía.
No había nadie. Las camas habían sido usadas. La ventana estaba abierta.
-Uuuuy la puta madre¡¡¡ Miren ahí abajo¡¡¡ -grito Raúl.
En la terraza que hace de techo del Salón de las Américas, dos pisos mas abajo yacían 3 cuerpos, listos para que el forense les dibujara el contorno con tiza
-Yo dije que estos eran bastante raros –dijo El Pampa meneando la cabeza.
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