Con el canto de los gallos
saltábamos del chinchorro,
los caballos se ensillaban,
tomábamos el guayoyo,
conformábamos parejas
de llaneros con arrojo,
para enfrentar los peligros.
Mi compañero: Juan Loyo;
para enlazar cachilapos
en el Hato Los Conotos
del Apure legendario,
padre de todos nosotros.
Con mi alazano Centauro
me divertía con los toros.
Mi vieja soga curtida
vale su pericia en oro.
(Serie: "Llanerías")
Texto agregado el 12-09-2011, y leído por 144
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Lectores Opinan
10-12-2011
Siempre quize ser ranchero... es un deseo que aun guardo en mi corazón. juevesanto