Dedicado a mi Tía Mary, quien me volcó siempre su inmenso amor.
María,
Dios sabe que no existe mejor nombre para tí,
que has pasado por esta vida silenciosa, humilde y con la vista gacha.
Tus manos peinaron mis cabellos, María,
y derramaron sobre mí aquel cariño que mi madre dormitó.
A veces te encuentro en la calle,
y sólo te miro, y mis piernas claman por correr hacia ti,
por oler tu aroma distinto, por volver el tiempo atrás
y caminar de tu mano, María.
De algún modo algo nos une,
aunque no estemos juntas, aunque el destino me haya volado lejos,
porque no hay día en que no te piense.
Tus manos tienen magia, manos blancas,
manos leves, manos de hierba,
esas que entibiaron las mías algún día.
Como agradecerte,
mujer de cristal,
cada gota del inmenso cariño que me has dado,
a cambio de nada, a cambio de todo,
sólo por el afán de dar,
sólo porque de algún modo soy parte tuya,
porque has sido madre María,
has sido mi madre.
Guardas en secreto,
tus penas más profundas y tus alegrías diminutas,
y te quiero tanto, tanto,
quisiera tener el poder de bendecir tus pasos, tus días, tus noches.
María, silenciosa María.
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