Contiene una extraña hermosura
la ermitaña hora de las sombras,
en ausencia de palabras, se eclipsa,
como si fuese una inevitable culpa
o el boceto de un autorretrato interior.
La vida y el antes en ella se plasman,
brotes peculiares surgen en la niebla
presagiando la impostergable huida
como gota de rocío de la instada utopía.
Atemporal, se llega la calma nocturna
donde, lánguido, me monólogo a mí mismo
las obsesiones infantiles que me habitan.
Nada. Obviedades de la nocturna fruición,
como una detallada expresión suburbana.
Texto agregado el 07-09-2011, y leído por 370
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