Mi infancia, una bahía de ostras.

Mi infancia agonizante yace en Bahía de Ostra.
Allá la puedes ver bañada de altas mareas.
Vestidos crepusculares la adornan,
y el final se me acerca y ausente me deja.

Mi féretro es una bicicleta ajena color de luto
y lloran los aullidos de un perro
-que de ser mío también es ajeno-
y que mi partida lamenta.

Mi infancia duerme allí, Bahía de Ostras,
en el lecho de tus playas
y se cubre con tu arena, tus algas y caracoles.

Infancia, botón cerrado
¡que simple y sencilla era entonces la risa!
Eras camino abierto
y yo tenía la potestad de abrir todas las puertas;
eras también marea baja de largas caminatas,
árbol perdurable, amigo eterno que me acompaña.

Dime tú, Bahía de Otras
qué infancia baña tus playa
y dile tú, Bahía hermosa
que a pesar de tantos años
aún mi tiempo como tesoros guardas.

22.VI.80