Y descendí entre el magnetismo erradicando las ideas, censurando la monocromía onírica.
Flotaba por instantes, me perdía entre luces fluorescentes, parpadeando lejos entre la nada… intentando entender la curvatura del sueño.
Hacia frio y el aire me traspasaba los huesos, me sentía perdido, la soledad parecía tener un cambio radical en su estructura, el espacio comenzó a desfasarse en gajos cuando pude por fin tocar esa tierra negra, húmeda y pastosa.
Los tonos en sepia del paisaje, la metamorfosis espacial que de pronto surgió me hacían pensar en las manadas de elefantes blancos que habían quedado atrás.
Tal vez en algún punto los espasmos se quedaron petrificados.
Las redenciones acuosas regresaran y esta lluvia de ceniza que entristece el ambiente se difuminara entre colores primarios.
Y mis manos te estarán gritando, te estarán llamando “¿donde estas?”…
Voy al mando de este barco por la superficie sintiendo paz, sintiendo que voy jugando, que no necesito nada más…
Todo se dificulta cuando tú te vas, si acaso este mundo espeso me diera una razón de ti, en cambio, no para de decirme que no regresaras… sin ti no me haría falta ver el sol, me sentiría mucho mejor…
Le escribiré a aquella estrella lejana; que el cristal por fin dejo mi levedad, que los sueños que hoy se enredan con tu recuerdo siguen intactos, los mismos soles, las mismas aves de metal, la misma espera…
En esta sala extraña con olor a vodka, llena de humo, esperando a pasar el umbral y tratar de coincidir con ese olvido que siempre busque entre esporas plateadas, tejidas por manos que tiemblan llenas de ansiedad, de futuros inciertos convexos que se evaporan entre la libertad de mis sentidos esclavizados por el alcohol, sin gravedad, sin tiempo ni espacio que llenen los huecos que dejo el reloj…
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