OJOS QUE NO VEN...
Los lunes son los mejores días para el levante. Las minas arrastran el amargor de las expectativas frustradas del fin de semana, fugaces burbujas pinchadas por maridos, novios y amantes que se comportaron como buenos miembros activos del Club de los Señores Aburridos, del cual muchos de ellos son socios honorarios.
¿Puede extrañar, bajo esas circunstancias, que ellas caigan como moscas a los pies de uno, que tiene pinta, cancha y labia?
Eso para no hablar de las habilidades en la pista. Las mujeres saben que los buenos bailarines somos amantes ídem, y es lógico que no quieran pasar por esta vida sin expermimentarlo.
La rubia aquella con cara de pocos amigos, por ejemplo, quedó insatisfecha, se le nota a la legua. Igual que la morocha que pasó recién moviendo sus caderas generosas. Las dos andan buscando algo que yo tengo y por eso merodean, aunque pasen haciéndose las distraídas. Decí que todavía no terminé el vermut, que si no... palo y a la bolsa con cualquiera de las dos.
Así reflexionaba Edgardo en ese atardecer de septiembre, sentado a la mesa del bar, observando con suficiencia a las transeúntes, pero cuidando que la placita de la otra cuadra no cayera dentro de su campo visual. Allí, como todos los lunes, aparecería Alicia, radiante y perfumada, reasaltadas sus formas contundentes por prendas sugestivas, para subir al primer auto en que algún tipo con un poco de facha y pinta de bailarín de salsa le dedicara una sonrisa y un cabeceo. |