Todo razonamiento tiene un lenguaje antropomórfico de la realidad. Todo discurso tiene su anatomía. Intentamos explicar el universo a través de un código lingüístico desarrollado en un cuerpo muy parecido al nuestro. Las ideas se describen en argumentos que recuerdan a la materia del ser humano. La ciencia tiene mucho de eso, de plantear el universo en términos que existen dentro de nosotros mismos. Como si la metáfora de la realidad fuera nuestro propio ser. Tenemos esa tendencia a aspirar la realidad inflándonos de universo cuando somos una partícula infinitesimal de aquél. Lo que está afuera de nosotros lo aprendemos y lo asimilamos adaptándolo a nuestro envase, es decir si le damos forma humana. Pero la idea es una forma y nada más que una forma que le da sentido lógico a nosotros dentro de un cosmos inmensurable. Es una necesidad de poder orden, de poner encabezado y apéndice a la realidad para adaptarla a nosotros, seres lógicos. Pero ¿somos capaces de palpar el universo, o razonamos todo para poder sobrevivir al la intranquilidad del desorden?