Llamó el hermano Carlos por teléfono diciendo que vendría a ver a Juana. Ella cumplirá veinte años y está tan débil que no puede llevar una corbata, pues sus rodillas desfallecen. Delgada, con perfil de cuchillo y pálida pondrá su fe en el rezandero. Él ofrecerá unas oraciones para restituirle la salud.
Al llegar ordena que las veladoras y los santos estén en armonía con las flores. El rosario y el misal al lado de San Judas Tadeo. Empezó orando como si platicara con él y el señor e intempestivamente.
—¿Se acuerda de la bata de flores amarillas? La noche aquella en que lloró. ¡Qué nadie supo! ¿recuerda? Lo intuí por el libro de misal que es suyo. huele a lágrimas secas. -Le dijo.
La intensidad de su voz resuena por los rincones de la casa y los tejidos del alma. ¡Será el día en que el milagro llegue! Después de tres horas las plegarias están en camino.
No hubo premoniciones ni anuncios y siempre rogamos diario al señor de los milagros que nos de la alegría de ver caminando por un pasillo a Juana.
Meses después ella deambula por el jardín cortando rosas para los recipientes que están sobre las mesas y escritorios, mientras el sanador la recuerda con dolores intensos en las rodillas, con un perfil céreo y agusanado por fiebres.
Texto agregado el 21-07-2004, y leído por 609
visitantes. (11 votos)