No me interesa para nada serlo, porque si voy a entregarte algo de mi, no quiero que sea nada que la imaginación color rosa pueda ingeniar hasta fuera de aquí del universo, lugar al que siempre voy con la intención de tocarte donde nadie jamás nunca con un gramo de cerebro y con las neuronas necesarias para dar una luz de pensamiento pueda hacerlo y te repito con la intensidad ensordecedora de cañones en dos guerras mundiales: “no soy romántico” porque me gusta que las caricias sean cada vez diferente, en cada movimiento, en cada reacción de cada partícula en nuestro cuerpo, sin romance sí, al igual que la saliva que se mezcla con arena y la sangre sabor a hierro brotada de una bofetada seca en el rostro y la mirada fija como clavada en una tabla del guacarí más antiguo que ni la tierra más abonada con los restos de N cadáveres pueda alargar sus raíces, no lo soy y estoy por ti detenido en el tiempo siendo un bárbaro de cualquier época de la más absurda barbarie que los hijos de la matriz hayan podido sembrar en los campos de la historia y me agrada exagerar como si no importaran y existieran las palabras más dulces en el léxico porque escritas no tienen valor y dichas son aun más dulces que la miel pero yo prefiero tener las abejas en la boca para masticarlas y digerirlas con alas y ponzoñas, no diré tales palabras, así que no esperes de mi un romántico.