El hábito (XIV)
-A ver, madre, entiéndame: el médico forense me llamó porque encontró circunstancias extrañas en el cadáver del jardinero:
Primero: el cadáver presenta un golpe en la parte posterior de la nuca; usted dice que se perdió, que lo estuvo llamando y que al arrojar el cubo al pozo, se topó con el cuerpo. Madre, eso es muy raro, ¿no le parece?
Segundo: cuando alguien cae a un pozo, por razones lógicas, tiene una posición y, por lo general, desprendimiento de algunas uñas por el esfuerzo a agarrarse.
No la estoy acusando de nada, madre, ¡Dios me libre!; sólo comprenda que tengo que hacer mi trabajo. Estoy aquí porque el forense sospecha que no fue un accidente, sino un homicidio. Ese es nuestro trabajo, madre, déjenos hacerlo... no, no, madre, no es algo personal, créame que si hay una sospecha, tenemos que descartarla; nosotros rendimos cuentas a superiores y no podemos omitir situaciones en las que presuntamente existió un delito.
No, madre, no le puedo aceptar ese dinero, ni usarlo como usted me dice, no es cuestión de cantidad...
Está bien, madre. Déjeme hablar con el forense; si él acepta, aceleraremos el proceso para que este asunto quede cerrado; pero créame que no es fácil. Puedo salir mal librado de esta situación sólo por ayudarla.
¿Cómo ves, doc? Este es el paquete de billetes que nos obsequió la monjita para “omitir” información sobre el deceso. Sí, sé perfectamente el riesgo que nos jugamos, pero no es cosa menor y esa “lanita” no nos cae mal; total, al muertito ya ni Dios lo revive. ¿Cómo ves?
¿Cuál conciencia, doc? ¿A poco no es suficiente inhibidor el cochecito ese deportivo que te querías comprar?
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Me llamaron para levantar un cuerpo de un accidentado y me encuentro con huellas de violencia y un hematoma en la parte posterior del cráneo, que claramente se observa que no pudo hacérselo en el trayecto de caída; además, las huellas de desesperación de los que son sorprendidos en una caída no aparecen y estoy seguro de que en la necropsia no encontraré presencia de líquido en sus pulmones.
Llamaré al comandante para comunicarle mis sospechas y que él se encargue de hacer la investigación; ¡ahora sí, las monjitas no se la van a acabar! Por lo menos, la madre superiora sabe algo, estaba nerviosa cuando llamó y qué casualidad que descubrió el cadáver tan rápido. ¿Cómo supo que estaba aquí en el pozo? Si se hubiese perdido, buscarían en todos lados y uno de los últimos sitios sería este. Es muy extraño que lo haya encontrado tan rápido.
-Comandante, venga al convento. Creo que el accidente que nos reportaron no fue tal, estoy casi seguro de que se trata de un homicidio.
-No, mi comandante. Digo, no gano tanto, pero eso de aceptar sobornos de una monjita como que no; aquí sí me perdona, pero creo que “no lo acompaño a este baile”. ¿Cuánto dijo? ¡Ah, qué caray! Pues viendo las cosas ya desde ese punto de vista, creo que me convenzo de que sí fue un accidente; pobre hombre, ¡que descanse en paz!
Continuara... |