RELATO DE JOSÉ
El día que descubrí el reemplazo y manifesté mi indignación, Mónica creyó que bromeaba.
Eso fue al principio, ya que poco tardó en comprender que ese hecho, para ella nimio, me había herido de manera profunda y que nuestra vínculo, hasta ese momento sólido, comenzaba a transitar por un plano de pronunciada pendiente. Negativa, claro...
Cuestión de miradas, en definitva: donde ella veía un utensillo a mí se me aparecía un símbolo.
Siendo la brecha demasiado amplia, procuré centrarme en el aspecto práctico y así critiqué a los invasores por romos y carentes de filo. Sólo atinó a replicar refugiándose en lo estético, con lo cual no logró otra cosa que reavivar mi ira.
Saqué a relucir la cuestión de fondo y le hice notar la reciente relación entre los queridos desplazados y la venerable Divisa, con la vana esperanza de que reconociera el error y lo atribuyera a mera inadvertencia, pero, lejos de ello, montó en cólera y me hirió de manera deliberada, recordando batallas perdidas.
Lo hizo con tono irónico, lo cual posiblemente fue lo peor. No sé si cuando pronunciaba esas frases comprendía que cada una de ellas era un golpe de maza que iba demoliendo nuestra relación de veinte años, pero lo cierto es que así fue.
PALABRAS DE MÓNICA
Es cierto que nos habímos llevado razonablemente bien durante muchos años, que él siempre fue dulce y atento y que su norte parecía ser complacerme. Es más, si hubiéramos hablado antes, es probable que le hubiera permitido su capricho y dejara para otra oportunidad el reemplazo de esos cubiertos de mierda.
Pero las cosas, por desgracia, se dieron de otro modo: se veían muy elegantes en el escaparate, no eran caros y los compré. Así de simple. Es cierto que los cuchillos no tenían el mismo filo de los viejos (que eran dentados), pero la verdad es que no lo advertí y no voy a permitir que a esta altura de la vida me vengan a cargar complejos de culpa por una pavada.
Ahora, lo que realmente me sacó de quicio es que José me acusara de haber sacado de circulación los Tramonitina, de manera deliberada, lo que en su loca imaginación relacionaba con que la marca había aparecido en la camiseta de River. En las mangas, más precisamente.
Sí, justo antes del Clausura 2010, que les significó descender a la categoría inferior. La frase me salió de manera natural, sin pensarla, pero... ¡Para qué se lo habré dicho! La palabra “descenso” le cayó como una bomba. Se puso pálido, me miró como diciendo que mi frase confirmaba su presunción, declamó en tono dramático que con la Vieja y con River no se jodía y dio media vuelta.
Allí fue cuando lo mandé a la mierda. Y él, como siempre hizo durante toda su vida, se tomó la frase al pie de la letra: al rato, después de apartar algunos objetos personales, se fue, supongo que para siempre. |