Nadie osaba discutir las propiedades curativas de las aguas termales de Villa Esperanza, ya que era sabido que obraban milagros. El lugar había cobrado una fama tan extraordinaria que la gente llegaba de todas partes y hacía reservas con gran antelación para disfrutar de sus beneficios. Circulaban rumores de que además de lograr curas tradicionales, las terapéuticas aguas también aportaban todo tipo de ventajas. Por ejemplo: los ciegos lograban ver y los mudos hablaban varios idiomas luego de realizar el tratamiento. Era algo de todos los días que comenzaran a caminar los que habían estado imposibilitados. Pero lo que más llamó mi atención, fue cuando escuché decir, que mujeres muy feas se transformaban en bellezas exuberantes, hombres debiluchos pasaban a verse como musculosos Adonis. Algunos se atrevieron a mencionar que hubo quiénes hallaron el secreto de la eterna juventud.
A mí me costaba creer que algo así fuera cierto. Yo no necesitaba nada de todo eso, pero deseaba un descanso en un lugar lo más aislado posible, donde la gente no me molestara y pudiera escapar por un tiempo de mis tareas habituales, ya que me había sentido demasiado expuesta, y hasta acosada.
También pensaba que tal vez podría hallar la solución a algunos problemitas de personalidad nada importantes, que en ciertas ocasiones me habían perjudicado un poco, como fobias, ansiedad y otros trastornos similares. En realidad, el que había insistido para que iniciara el tratamiento era mi pareja, que no pudo acompañarme, porque en ese momento se hallaba promocionando su último trabajo.
Bueno, finalmente me decidí, viajé a ese apartado rincón del mundo para tomar el reposo deseado, y con la esperanza de sentirme mejor, disfruté de los baños termales y seguí todas las recomendaciones.
No estuve mucho tiempo, sólo un mes, pero puedo decir que comprobé personalmente que todo era verdad.
Hace unas horas que he regresado, y me atrevo a asegurar que el espejo me devuelve una imagen perfecta. Soy más joven y bella, y hasta estoy convencida, de que también más inteligente.
Los innumerables aportes de las termas de Villa Esperanza son reales, te convierten en una persona distinta, los demás no te reconocen, ni siquiera tu familia ni tus amigos, tanto es así, que cuando salí de mi castillo, y caminé por las calles de Francia, ocurrió algo en verdad sorprendente: nadie se acercó a saludarme. Parece que la gente no se diera cuenta de que soy Angelina Yolie.
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