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Inicio / Cuenteros Locales / marianopucho / LLAVES PRESTADAS. SILENCIOS QUE ATURDEN

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Escucho pasos. Me detengo a prestarles atención. No son fuertes, pero siguen avanzando. Logro distinguir su buen pisar, es decir, como golpea primero el talón y luego, con brillante sincronización, la totalidad de la planta del pie. Entre pisada y pisada se marca el compás de un segundo. Son lentos, extremadamente lentos, pero no se detienen.
Apuro mi marcha debido al temor. A qué se debe mi huida. Si acelero, aquellos pasos no hacen lo mismo, pero el sonido no deja de ser de igual intensidad. ¿Estarán dentro de mi mente?
Mejor llegar pronto, quizás en casa encuentre la calma.

Han pasado dos semanas que los pasos no callan. Por qué no lo hacen. No creo estar enloqueciendo, creo que la pauta de eso es al regresar a casa, cierro la puerta, y una vez dentro, silencio.

Quiero que esto quede escrito.
Los pasos que usurparon mi mente tomaron mi hogar. Las pisadas siguen siendo como desde un principio lo fueron, me refiero a que conservan la intensidad y la frecuencia. Se siguen manteniendo lejos, el sonido me lo dice. Sí, estoy temiendo estar sufriendo una mala jugada de mi mente, pero me es inevitable oírlos.

Llevo tres noches negado de tregua sonora. Llamé al Dr. Mellier, el analista de mi niñez, pero recién me dio cita en veinte días. Le comenté cual era mi problema y me recomendó descansar hasta el día de la consulta. Estoy relajado, casi seguro que sí, pero los pasos no cesan.

Quinta noche consecutiva que me acuesto junto al ruido, pero es la primera vez que éste entra en mi sueño.
Voy a volver al cuaderno que empecé el día que los pasos entraron conmigo a casa, quiero escribir mi recuerdo del sueño así el Dr. Mellier lo puede interpretar.
Los pasos tomaron forma, si les tendría que dar vida, se asemejarían a los de un dinosaurio prehistórico de esos que tenían mayor destreza física, y aunque nunca fui un virtuoso estudiando aquellos gigantescos monstruos, estoy convencido de que el de mis sueños era carnívoro.

Volví a soñar lo mismo, es curioso pero solo en mis pesadillas los pasos aceleran. Mañana no quiero volver a dormir acá.

Por fin calma. Aunque siguieron marcando el compás durante el día, en casa de Lucas callaron.
El Dr. Mellier se comunicó conmigo. Me comentó de su viaje a Europa debido a no sé qué.
Estoy seguro de que se va de vacaciones y no me lo quiere decir. Me negué a tratarme con otro psicólogo, al menos se ofreció seguir mi problema mediante las cartas.

Camino con un manojo de llaves, para ser preciso son cuatro. La de casa, la de Lucas, y sumada a esas dos ahora están las de Rosario y la de Juan, un amigo de Rosario. A las llaves me las dio Lucas, me advirtió de protegerme.
Al rotar los hogares para dormir logro esquivarle a esos putos pasos. Hasta hoy, la técnica más eficiente. Durante el día me encuentran con facilidad, pero es como si durante la noche, y al cambiar de lugar físico, me les escapase de su recorrido.


13/06/1977
Dr. Mellier:
Estimado Dr. ¿se acuerda de aquel ruido que me tenía a mal traer? Me temo que todavía están conmigo, y si me pongo minucioso, estoy seguro de que aumentaron el ritmo con el que caminaban antes.
Le pido por favor que me recete algo, que me dé una solución porque se ha vuelto intolerante.
Consulté a unas mujeres, me resultó llamativo porque marchaban de a dos, en círculos y sin detenerse… me dieron un consejo pero no creo entenderlo; dijeron algo de que en esta época tener palabra es tener nada…
Dr. espero su respuesta a la brevedad; se lo ruego.
Saludos.


Volví a soñar. Estoy convencido, en el sueño son dinosaurios.


28/07/1977
Dr. Mellier:
Estimado Dr. su contestación no llego a mis manos. Voy a ser breve porque el tiempo de silencio dura poco.
Aun no callan. Están más intensos que nunca. A decir verdad, ya no creo que sean dinosaurios.
Saludos.

Me encontré con Lucas. Qué alegría me dio verlo. Estaba diferente. Sostuvo, durante los no más de treinta minutos que duró la charla, de que estábamos en lucha, de que Rosario había desaparecido y de que Juan había logrado el exilio. Lo escuché siempre optimista, confiaba en que ganarían la pelea.
Cuando le comenté acerca de los pasos dijo algo de defender lo que es nuestro. Nada claro, pero él también los oía.

El Dr. Mellier no contestó mis cartas, ninguna de las dos. Voy a seguir sólo. Si puedo.

Estoy atado a mi cuaderno y no puedo desprenderme de él. Escribo cada cosa que me sucede. Anoche los escuché a mi lado. Estaban en la casa vecina, de verdad que estoy hablando con total seguridad. Fueron los más aterradores que oí en mi vida, fueron intensos, muy.
Detalladamente: explosión, pasos, pasos, gritos, disparos, pasos, pasos. Silencio.
Ya no se a donde ir.

Estoy congelado, completamente duro. Inmóvil.
Cómo explicarlo. Doy un movimiento, escucho otro, realizo uno más, escucho el siguiente. Troto, trota conmigo. Freno, también lo hace.
Decido correr con todas mis fuerzas. No siento nada, es como el sonido que debe tener la perturbación, o tal vez la música cuando está ausente. Mis piernas no saben de cansancio, pero mi corazón se asemeja a esos pasos de mierda que ya no me quieren soltar. Encuentro una plaza grande, estimo que es plaza de mayo, pero estoy completamente ciego de adrenalina. Me abrazo a la pirámide central, son las 15:30hs y me rodean mujeres de pañuelo blanco. Elipsis mental. Mudez.

¿Alguien puede oírme?
Tengo los ojos vendados. Ni un solo sonido más que el ya conocido, los identifico, son botas. Patean y hablan, no sé qué dicen, no puedo entender. Golpean y discuten.
El piso tiene una capa espesa de algún líquido pegajoso, es desagradable, al igual que aquel olor que llega a carne quemada. Solo evita el vomito caer desmayado al suelo.
¿Alguien me escucha? Yo sí, sus gritos puedo distinguir. Al menos agradezco a Dios tener los ojos tapados. ¿A Dios dije? Es solo costumbrismo, si de verdad existe, hoy eligió mirar para afuera.
¿Moriré pronto? Quisiera hacer un pacto para descansar.





03/02/1983
Querido Lucas:
Estoy sentado en el aeropuerto de Madrid, en minutos sale el avión hacia Argentina.
Vuelvo a mi país que felizmente retornó a la democracia.
Debo confesarte que una parte de mí quedó en aquella época. La otra parte murió en esa prisión.
No tengo muchas palabras, pero si el deseo de llegar, encontrarte, y darte en persona este simple escrito. Porque el día que me depositaste en aquel barco que logró el exilio, me lo jure a mí mismo, a volver a buscarte, y continuar ese abrazo que mis brazos, en aquel momento, no pudieron sostener.
Con cariño Darío.

Texto agregado el 02-09-2011, y leído por 96 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
03-09-2011 Un relato excelente, te felicito godiva
 
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