En Madrid, desde el 17 de agosto del 2011, por la visita del Papa Benedicto XVI, hasta el domingo siguiente, decenas de sacerdotes de todo el mundo se instalaron para confesar a aquellas mujeres que hayan abortado y estén arrepentidas.
Como toda confesión, para ser perdonada, deberán efectuar un castigo. En el caso de las mujeres que asuman éste pecado, deberán cumplir con alguna de las tantas penitencias que el cura le exija. Una, entre ellas, es hacer una donación.
Llegada las doce del medio día, del jueves 18 de agosto del 2011, Joseph Alois Ratzinger bajaba del avión que lo traía a España. Su visita le costaba al estado más de 50 millones de euros. Empresas de capital privado invertirán en el evento. Coca-Cola, Endesa, El Corte Inglés y Mahou, son algunas de las que ganarán el 90% de lo invertido.
El país bendecido atraviesa un conflicto económico, al igual que tantos otros en el mundo.
Terminado su viaje por España el Papa seguirá con sus actividades que el cargo le otorga.
El día anterior a la llegada de Benedicto, el diario La Nación en Argentina, publicaba la historia de Wardo Mohamud Yusuf, la madre que, huyendo de la hambruna, tuvo que abandonar a su hijo desfallecido en el desierto para salvar a su otra hija. Una de las tantas historias de muerte en Somalía.
Se calcula que más de 12 millones de personas en el África necesitan ayuda alimentaria ante la dura sequía. Naciones Unidas considera que 2,8 millones de esas personas necesitan ayuda inmediata para salvar la vida, incluidas más de 450 mil en las zonas más castigadas por la hambruna en Somalia.
Quizás el Papa Benedicto XVI algún día confiese un aborto. Ojalá su castigo sea una donación, y que tenga la posibilidad de distribuir los 50 millones de euros que le valió a España su visita.
|