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Creo que fue la decisión mas acertada, venirme a vivir a la costa dejando atrás las cadenas que me impedían volar, la ciudad aprieta, mas aun si tu trabajo es esclavizador y vives por seducirte en lo material. Tenía un buen sueldo pero no bastaba, decidí escapar. Como diría Facundo Cabral: yo no soy la libertad pero si el que la provoca.
Con el dinero que tenía ahorrado me compre una pequeña cabaña y bote en medianas condiciones, regalé mi celular y notebook. Quería estar solo yo con el mar.
Hace días me ocurrió algo que marcó un antes y un después, llegando de altamar acostumbraba a sentarme en la orilla a presenciar el ocaso y fijarme en las algas rojas que se amontonaban en la costa, era adicto a la soledad, sin embargo, ella apareció. Su sencillez me cautivó, su mirada profunda al horizonte reflejaba quizás la misma soledad que abundaba en nuestros corazones. Solo quería levantarme y preguntarle su nombre pero temía al rechazo, me levanté y me fui.
Al otro día no podía dejar de pensar en ella, ¿estaré enamorado?, no sé, tendríamos que definir el amor y no existe nadie capaz de hacerlo, algunos creen sentirlo pero si no sabemos que es, como sabremos que se siente, creo que los enamorados sienten algo que se asemeja al amor pero no exactamente lo que es, ni en la Biblia podemos fiarnos, salen tantas definiciones que no sabemos cual elegir.
Después de terminar mi jornada, me senté nuevamente en la orilla con el motivo de verla nuevamente, y no me defraudé, nuevamente la vi con su poncho largo y sus pies que jugaban con las algas rojas. Sentía como me daba un hormigueo en las manos, y sentía un vacio en mi estomago, quería pararme saber su nombre y su vida, pararme y besarla… me paré y me fui, no era capaz de tal acontecimiento.
Esa noche no pude dormir, pensaba en esta muchacha una y otra vez, decidí salir a caminar por la playa, miraba como la arena chupaba el agua y como las algas iban y venían. Al levantar la cabeza no lo podía creer la muchacha que me quitaba el sueño estaba al frente de mi. La miré y le dije- veo que no soy el único que se desvela hoy. Ella me miró y se rió, creo que somos dos, me dijo. Nos sentamos y platicamos todo lo que restaba de noche, nos dimos cuenta de varias cosas que teníamos en común, de que ambos gozábamos de soledad y de la indiferencia a lo material. Al salir el sol cada uno se marchó a su morada.
Al amanecer contemplé el error que había cometido con mi vida, ya no tenía ganas de bajar a la costa, mi motivación para hacerlo ya se había cumplido, ya la conocía y sabía que me rechazaría por el simple motivo que ambos éramos adicto a la soledad, no podía seguir viviendo en este lugar teniéndola a ella esperando quizás no volver a verme para que no interfiera en su proyecto de vida. Después de estas conclusiones tome la decisión de emigrar a la montaña para contemplar el sol cuando sale no cuando se esconde. No volví jamás.

''La muchacha igual se marchó de la playa, no quería interferir en el proyecto de vida del joven pescador. Ella decidió irse al campo. Pero lo que ambos no sabían era que estaban hechos del uno para el otro…. Ellos se amaban''.

Texto agregado el 01-09-2011, y leído por 193 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
02-09-2011 La soledad y la cobardía juntos son una mala mezcla. ¿Por qué las comillas en el párrafo final? NeweN
01-09-2011 Lindo relato godiva
01-09-2011 Espero el destino les vuelva a juntar, seguro que les tiene preparado algo grande. Buena historia, felicidades**** senoraosa
 
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