Autor: Juan A. Diaz Ch
El mango y el tiempo
Cuantas beses soñaba despierto trepado en aquel árbol de mango que estaba en el patio de mi casa que me servia de refugio y privacidad para mis pensamientos de aquel entonces.
Soñaba con ser un adulto, para desligarme de responsabilidades que los mayores me colocaban como, ir a la escula, limpiar el patio , los mandados, obedecer en todo lo que me dictaran los mayores, si, eso era para mi una dictadura
Lo único que yo quería ere jugar y jugar.
El tiempo pasó y como mago cumplió mi deseo, ya era un adulto.
Ya no hacia los mandados, ya no iba a la escuela, no limpiaba el patio.
Era un adulto mayor el tiempo inclemente paso su factura.
Sin darme cuenta se fue mi pubertad, mi adolescencia y juventud y así como el agua que se siente con suavidad pero dejo huellas por donde pasa, dejo sus secuelas en mí.
Un día me decidí a pasar por la casa, donde pase mi niñez.
La señora a la cual mi mama le vendió la casa, ya muy anciana pero con muy buena memoria me reconoció, a pesar del tiempo sin verme.
Me invitó a pasar al patio. Hay estaba el mango frondoso la brisa agitaba sus ramas y hojas como diciendo, hola viejo amigo todavía estoy aquí, y como invitándome a montar como caballo alado sobre sus gruesas ramas.
Quise montarme pero mi cuerpo aporreado por el inclemente tiempo no pudo hacerlo, solo pude sentarme en su sombra.
Y quise retroceder en el tiempo y ser aquel niño, que andaba descalzo, sin camisa, que soñaba trepado en el mango, que jugaba y jugaba.
Pero ese mago llamado tiempo no me complacería en mi deseo.
Solo me dejo la experiencia de la vida, que hay que disfrutar la niñez con plenitud
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