Cuando eras niña te sumergiste sin temor en un mar de optimismo. Cuando niño nadé en ese mismo mar. Ahora que nos encontramos, cruzamos el umbral de la rutina. Luego de ese escalón hallamos la manera de transformarla para guarecernos así. Para cantar la canción de lo incierto. Me pertreché en tus ojos y desde allí jugamos a ser nosotros en un lugar donde las tinieblas no nos alcanzan. Nuestro mundo tal vez sólo sea un delirio. Pero lo cuidamos como si fuera real. El hacer de ello un secreto formatea lo indecible. Leeremos esas hojas nuevas, escritas en conjunto.
Texto agregado el 01-09-2011, y leído por 223 visitantes. (5 votos)