Tengo el cuerpo vítreo de los ojos cansados, las manos –torpemente revestidas de áloe– cansadas, los dedos y sus falanges cansados, los pies cansados, los hombros –echados para adelante– cansados, el cuello cansado, los gestos cansados, el estómago cansado, el corazón –agitado por aneurismas– cansado, el hígado cansado, los riñones cansados, los huesos húmeros cansados, las arterias craneales cansadas, la médula oblongada cansada, las menudencias cárnicas cansadas; en ese orden, cansados. Y ese cansancio se aloja en la anatomía del alma, la mía, la estruja. La deja inamovible, sin pulmones para respirar, aire que alimente la vida, la mía, que no se entrega al descanso.
(01/07/04)
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