Mi intención no es parecer arrogante; pero soy lo mas acercado a un ejemplo de persona. Soy bastante seguro, al menos en el exterior. Las personas me consideran alguien respetable, inteligente y carismático. Sin embargo, es un trabajo constante. Es como un peinado que te tienes que hacer todos los dias. La verdad es que por dentro estoy podrido. No puedo ser lo que mi primer instinto me dice ser, por que es tan vil y torcido que ahuyentaria a la gente y me quedaría solo, pero que digo, he ahuyentado a la gente y me he quedado solo.

Como la expresión, que dice que usamos tanto una mascara que terminamos convirtiéndonos en eso que aparentamos. Pues ese soy yo.

Después de meses de soledad, recluido entre paredes de fantasía y ausencia de la realidad, manufacture una personalidad: un yo ideal. Decidi enterrar una parte de mi, como del tamaño de un enano. Ira, rencor, lujuria, etc. Un inadaptado social que consideraba las mas tristes perversiones como normales, a la basura.

Me convertí en la persona que soy ahora, y fui feliz, bueno, soy feliz... o no se, la verdad es que ya no se. Paso el suficiente tiempo para creer que esa parte de mi habia desaparecido. Pero regreso, una minúscula parte de lo que solia ser.

Estoy acostado en mi cama, es domingo. el dia siguiente tengo que ir a trabajar. Es la medianoche, me levanto, me visto y me voy. Como sonambulo, obsesionado por hacer algo, lo que sea, pero que me hiciera sentir esa adrenalina. Me siento un drogadicto buscando su arreglo del dia.

Mi mente esta en piloto automático, no necesito ni siquiera procesar que calles tomar, todo se da por si solo. Las calles estan desiertas, es por eso que nadie conoce esta parte de mi... toda persona cuerda, esta a estas horas en su cama, donde debería estar yo. Hay dos tipos de gente despierta a estas horas, unas son personas trabajando el turno nocturno, personas honestas que tienen que atender a la otra mitad despierta a esta hora, la gente de moral dudable, como yo.

Mi primer parada es un cajero automático, a retirar el bien merecido dinero que gano, tristemente para ser desperdiciado en mis vicios. Retiro una cantidad mayor a lo que seria razonable gastar en un solo dia. Después, regreso a mi camino.

Mi segunda parada, una casa en el mas sucio de los barrios que nuestra humilde ciudad tiene. Una casa cuyo dueño vende bebidas alcohólicas clandestinamente; pasaban de las diez, a esta hora es el unico lugar donde puedo encontrar con que embriagarme. Compro una botella de whisky y unos cigarrillos. Inclusive en este punto, se que no deberia hacer esto, siento una tristeza enorme por mi mismo, siento que no valgo una mierda, pero aun asi lo hago. Me es irónico, como esa misma logica me motiva mas a hacerlo, siento que no valgo una mierda asi que, por que habria de importar si caigo aun mas bajo.

Subo a mi auto, abro el whisky y le doy un profundo trago. Mientras tengo la botella en la boca, no es muy diferente a estar tomando cualquier otra cosa, despues de tomar, sientes como te quema la garganta y el pecho. Listo para seguir con el desliz de inmoralidades.

Manejo sin direccion por la ciudad, la música a todo volumen. No hay muchos oficiales de vialidad, esto me permite manejar con las rodillas mientras saco mi cabeza por la ventana y levantar mis brazos. Llevo como un cuarto de la botella, y ya empiezo a sentir el cosquilleo del alcohol.

Arribo al centro de la ciudad, la cuspide de la piramide en cuanto a lo bajo. Manejo entre los callejones, hasta encontrar mi destino. Me paro frente a lo que parece ser una casa comun y corriente. Toco la puerta para entrar al mas privado de los burdeles, este es secreto, ya que su principal enfoque es... como lo explico... "satisfacer" cualquier antojo que te apetezca. Abre la puerta una mujer, en ropa interior y una bata transparente. Pobre mujer, obviamente la vida le ha cobrado con un par de arrugas, se puede ver la tristeza en sus ojos. Me pregunto si los mios se ven igual.

Me da el pase. Me sienta en un sillón viejo y destartalado, a un lado de mi esta una pequeña mesa redonda con una lampara que tiene un foco rojo. Pongo la botella sobre dicha mesa, mientras enciendo uno de mis cigarrillos. Regresa la mujer con un pequeño papel y una pluma. Los tomo, recargo el papel sobre mi rodilla y escribo con la pluma mi petición, doblo el papel y se lo entrego.

Veran, esto se hace, ya que ahorra al cliente de tener que verbalizar lo que quieren. Estos, al escuchar en voz alta sus sueños mas bajos, caen en cuenta de la traición a la moral y a sus valores. Pierden el valor y se retiran. Malo para el negocio.

La mujer abre el papel, lee... y me indica con su mano el numero 4. Me levanto y camino por un pasillo a media luz. A lo largo de este pasillo estan los cuartos. Mientras voy pasando escucho los gemidos (y gritos) de mujeres y hombres. Trago saliva. Mis pasos se acortan mas al acercarse a la única puerta que veo abierta, de la cual sale una luz, me acerco y veo en la puerta el numero 4.

Entro y veo, sobre un colchón en el piso, a la inocente joven. "Pon el dinero en la mesa", me dice seria mientras se desviste. Maldición, no ha de tener mas de unos 13 años. No mas grande que mi propia hija. Lo cual me recuerda a ella. Saco mi billetera, quito mi credencial electoral para ver la foto que guardo de ella. Esa foto la tome el dia que fuimos por algodones de azucar al parque, era la primera vez que probaba los algodones de azucar.

Dejo dinero sobre la mesa, "lo siento..." le digo a la niña y me retiro. Me subo a mi auto y manejo lo mas rápido posible hacia mi casa. En mi mente nomas esta mi familia; mi esposa y mi hija. Son lo mas preciado que tengo. Ya es suficiente, suficiente de hacerlas sufrir. Suficiente de hacerlas pasar por estos episodios dementes que tengo. Esta es la ultima vez hago hago semejante estupidez, es la ultima vez que dejo de pensar en las consecuencias. Se que he dicho esto antes, se lo prometí a ella (mi esposa), lo dije en la terapia de parejas, pero nunca estuve tan convencido como lo estoy ahora. Es una parte de la que no me enorgullezco, debo dejarla ir.

Una breve sonrisa me invade, pensando en la esperanza. Imágenes de mi niña y yo, haciendo volantín pasa por mi mente, mi esposa, con ojos orgullosos esperandome al pie de la puerta, "me alegra que estes en casa", me dice, bueno al menos en mi mente.

Llego a la casa y veo en la cochera un auto que no reconozco. Me toma un momento recapacitar y recordar. "Es el auto de el", digo en voz baja, es el auto del nuevo hombre que vive con mis mujeres. Ahora lo recuerdo, aterrizo y recuerdo el divorcio, a mi niña llorando al pie de la puerta esperando a que su papa regresara. A mi esposa cansada de esperar a que yo cambie, a ocultar las apariencias frente a las demas personas, a dormirse en lagrimas.

Creo que es lo mejor para ellas, que yo este fuera de sus vidas, pueden que no tengan una vida ideal, pero sin duda sera mejor que la que yo les pueda ofrecer.