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Este cuento fue escrito originalmente en portugués, lengua de la cual soy nativo. Por lo tanto, pido disculpas por los enventuales errores de traducción. Cualquier reparación será bien venida. Gracias.



“¿Lo que justificaría la aparición de Mefistófeles
en el Jardín del Edén sino el hecho extraordinario
de que a aquella época la naturaleza en sus dádivas ser
sobrenaturalmente pródiga,
hasta el punto de desvirtuar,
y incluso atentar contra la integridad
de su propia creación?

“En ese mundo extraordinario, reglado por el exceso,
por la abundancia y ingeniosidad de los fenómenos,
todas las posibilidades se abrían para la fruición plena de la alma,
que sólo la aparición de un elemento de contención, o por otra,
un carácter desviador de los efluvios sensoriales,
podría asegurar la continuidad de todo el proceso y, así,
salvaguardar el venir a ser.

“Mefistófeles, imbuido y equipado con toda
una gama de sortilegios los más seductores,
ha señalado y ha orientado para una dirección otra
casi la totalidad del flujo esencial del ser.
Posiblemente orientó hacia una quimera.
Pero en el final habremos (aliviados) de perdonar a la Naturaleza
por tenernos aplicado tan desconcertante pieza.”


¿Tú admites entonces que este imbróglio blasfemo, o “poema ", como quieras, es de tu autoría?, inquirí yo, por la segunda vez, cargando en la severidad y para que no restaran dudas, al final de una nueva lectura. El acusado, como de la primera vez, sacudió la cabeza, sonrió de lado con su manera de niño travieso que me había parecido entonces detestable, por ser, dadas las circunstancias, abyecto y significar una afrenta a todo aquello que representábamos, confirmó, plácido, rechazando otra vez cualquier justificación, (no con la intención de mostrar lo mucho que nos despreciaba, o lo cuánto estaba por encima de todo aquello, como entonces nos pareció). Pero para informarnos de su indiferencia tranquila y sin sobresaltos en el que decía respeto a su suerte terrible. Contestó él: “Si no fue el propio Mefistófeles que lo escribió, debo decir que sí, que es mío.”

Y fue sólo, y por el resto del juicio, que atravesó la más larga noche de que tengo recuerdo, de entre las largas noches de aquellos días milagrosos, cuando las hogueras ardían como faroles y los calabozos hervían de herejes, aguardando su vez, nada más dije, nada más quise decir, por más que lo contestáramos, por más que mofáramos y probáramos por A más B lo cuánto él estaba equivocado y cuánto su equívoco lo condenaba a morir como el más infame de los heresiarcas. Éramos cuatro sus inquisidores, y añadíamos a nuestra indignación y a nuestra mofaría la fuerza de la fe, la tradición de nuestros ritos y dógmas excelsos en los cuales se cimentaba los fundamentos de la Santa Iglesia.

Uno tras otro pronunció el veredictum, y me tocó a mí, en la condición de Gran Inquisidor, la responsabilidad de determinar la forma y la fecha del suplicio.


Amanecía cuando dejé los tribunales del Santo Ofício; con un gesto, dispensé la escolta a que tenía derecho y me he internado, solo, renovado, confiante en la verdad de mis deberes sagrados, por entre las callejuelas oscuras y sucias de Sevilla.

Texto agregado el 29-08-2011, y leído por 73 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
30-08-2011 Para tí ese Mefisto es un gran demiurgo controlador absoluto de la existencia y el destino humano... ¿No será que solamente te tiene dominado a tí? carelo
 
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