Sus manos se movían como activadas por resortes, a la velocidad del rayo, amartillando con una mano y apuntando con la otra. Sus disparos eran tan rápidos que parecían la descarga de un regimiento.
Su enemigo recibía los impactos uno tras otro, sin apenas darle tiempo a encajar uno ya recibía otro, sin terminar una contorsión ya empezaba la otra.
No era justo.
Ella no había buscado el duelo, no hubo provocación alguna. Él simplemente llegó, la miró fijamente queriendo decir todo con su mirada. Y como esperando una orden o señal invisible comenzó a disparar hasta que se le acabaron las balas.
Se acercó lentamente mientras el viento diluía el eco de los truenos de su arma, y lo único que se escuchaba era el tintineo de las espuelas.
Se agachó y cogiendo la lata sonrío
No había fallado una.
Texto agregado el 28-08-2011, y leído por 197
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