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EPÍLOGO


A Elena Gordillo.

“Y entonces, El Cielo, estalló en llamas”

Aún recordaba la Primera Guerra Celestial; una infinidad de batallas que azotaron y consumieron cuanto encontraban a lo largo y ancho del firmamento, la tierra y las profundidades de ésta. Una noche que parecía eterna cubría los cielos. La tierra se resquebrajaba y se agrietaba con el paso de los batallones. Los océanos se teñían de sangre mientras hervían con el calor de la guerra. La humanidad se escondía aquí y allá, asustados, se acurrucaban en sus jergones bajo la falsa apariencia de seguridad que ofrecían sus aún primitivas viviendas. Los pueblos se vieron obligados a luchar unos contra otros sin motivo alguno. El acero divino de ambos bandos desgarró carne. Alma y espíritu encontraron algo que se les tenía vetado. La Muerte. La Revolución originada por Lucifer hace tantos milenios sólo contentó a cuatro seres. Cuatro caballeros oscuros. Cuatro jinetes. Cuatro heraldos que repartían por toda la Creación la peste, el hambre, la muerte y la guerra. Las escrituras los inmortalizaron con su negro sobre blanco como los Jinetes del Apocalipsis. A lomos de sus ultraterrenos corceles cabalgaban por la Creación dejando tras de sí carcajadas de locura que moraron durante siglos en los corazones de los hombres. No servían a las tropas de Dios. No se revelaron contra Él junto a Lucifer. Desde uno y otro frente, se desconocía el propósito de tales entes. Sus caóticas acciones hicieron estremecerse al mismo Ángel Caído, Lucifer, de alas brillantes. Cuando desaparecieron, el ejército celestial, liderado por los Arcángeles, consiguió expulsar al Adversario del Mundo, relegándolo junto a sus hordas a las más profundas entrañas de la tierra. El cráter que provocó la caída de Lucifer originó la extinta geografía del Infierno, el cono invertido. Fue el momento en que el Antiguo Portador de la Luz vio sus alas oscurecerse tanto como su alma. Su carne se abrasó con fuego y magma. Su corrupción incendió el Subsuelo y el aspecto del Mundo cambió para siempre. Y fue así como quedaron definidos el Cielo y el Infierno, la tierra entre ambos y el Purgatorio como el camino que los unía. Fue así como surgió una Guerra Fría por la consecución de almas muertas. Fue así como nació el Odio. Los que éramos lo bastante antiguos como para recordarlo estuvimos rezando por que nada de aquello ocurriese de nuevo. No fue suficiente.

Después de tantos milenios separados, los demonios atacaron el Cielo. Tampoco nosotros estuvimos libres de culpa. Intentando huir de nuestros miedos, los Ejércitos de Dios asaltamos el Inframundo. Alimentados ambos bandos por los hombres muertos a lo largo de la historia de la Humanidad, las bajas, tanto en Celestiales como en Caídos se contaron por billones. Una infinidad de almas hubieron de enfrentarse a la Muerte Definitiva. Ya no sólo combatíamos con acero arcano y artes mágicas. Una cosa acercaba más a los hombres hacia Dios. Algo que los Primeros Creados ni podíamos soñar. La imaginación. La imaginación fue la fuente del desarrollo de la Humanidad. Y también fue nuestra perdición. El Cielo y el Infierno ardieron con el fuego fatuo de nuevos artefactos que corrompían aquello que tocaban. Bombas. Radiación lo llamaban ellos. Falsas y vacías victorias se sucedieron desde un lado y otro. Satanás, como más tarde se hizo llamar Lucifer, perdió, tras la destrucción de las Puertas del Infierno, el Tercer Círculo. Destinado a los pecadores de la Gula, fue completamente devastado. Junto a éste pereció definitivamente su señor Belcebú, demonio regente de la desmesurada glotonería. Los ríos infernales Cocito, Estige, Leteo, Flegetonte y Aqueronte ardieron, evaporándose. Mas el Cielo sufrió también un duro golpe. Astaroth dirigió una ofensiva de las legiones demoníacas que acabaron con el Quinto Coro Celestial: Las Virtudes. No sólo la Justicia, la Fortaleza, la Prudencia o la Templanza perecieron en aquel oscuro día. Murió también por siempre la única capaz de dar fuerzas a nuestros corazones para seguir adelante. Aquel día murió la Esperanza. Tanto los Serafines del Norte como del Este cayeron defendiendo las Puertas del Cielo. Incluso el general de los ejércitos del Cielo, el arcángel Miguel, pereció ante la furia de la gran serpiente marina Leviatán. Paradójicamente, el arcángel de la Muerte encontró su final, Uriel desapareció dejando a la Muerte a su libre albedrío. Sonó el cuerno del arcángel Rafael arengando las tropas del Cielo, como un lamento, antes de la última batalla. Todos comprendimos que, si Dios había existido realmente, era seguro que nos había abandonado a nuestra suerte. Los últimos arcángeles, Gabriel y Rafael, levantaron sus hachas y espadas para dar la orden de cargar. Satanás extendió sus alas cubriendo con su negrura medio firmamento. Sangre, carne y espíritu plañían por el Fin de Todo. Alas y músculos se tensaron cuando el sonido del miedo y la locura se apoderaron del campo de batalla. Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis reaparecieron tras tantos milenios intentando olvidar su recuerdo. Colocáronse en fila flanqueando un virtual pasillo mientras hacían resonar sus sordas cornetas con negros alaridos. Entonces la vi. Hermosa y terrible. Adornada por las flores de la desesperación y la música del dolor, apareció ante todos una mujer. Era la tatuada piel de puro ónice y de reluciente plata sus increíblemente largos cabellos lisos. Su menudo cuerpo desnudo de pequeños senos y adornado pubis de vello argénteo profirió una canción que parecía sonar, desde ninguna parte, directamente a nuestras almas. Su canto ardía con llamas místicas que abrasaban mi espíritu. Entonces la miré fijamente. Sin deseo. Miré su cuerpo. Miré sus manos sobre su bajo vientre. Miré sus senos, y miré sus labios. Mas, fue al observar sus ojos, esos ojos de marfil y fuego, cuando oí su voz en el fondo de mi corazón. Pronto daré a luz. Nada podéis hacer pues eso mismo es lo que soy. Yo soy la Nada. Yo soy… el Caos.


Madrugada del 29 de Junio del 2004

Texto agregado el 20-07-2004, y leído por 693 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
10-03-2005 Interesante cuento épico sobre un complemento a la mitología Mesopotámica, Le felicito, hasta que encuentro algo bueno! Diamondheart
19-09-2004 Muy interesante. Vlad_Temper
14-09-2004 que épico eres cuando quieres cabrito, se me hizo ameno, aunque las batallas nunca me acabaron de gustar, esta tiene su fuerza pokara
03-09-2004 Has pensado en publicarlo? Así podría dejar de leerlo y retomarlo cuando estuviera cagando. sirred
02-09-2004 Gran narracion epica con gran fuerza y bastantes imagenes............muy deliciosa tu narracion...... Akeronte
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