a modo de “Humbertito”

Dentro de la confusión de la gente no sabía quién era o cómo eran sus brazos, no sentía su respiración ni sus latidos, y menos sus piernas o sus pies, y si elevaba los ojos para observar a los otros no distinguía sus rostros ni sus gestos.

La calle era larga, los letreros demasiados, el aire delgado para respirarlo y el cielo menos que una fotografía. Quizás la Nueva York que le habían descrito como fabulosa era otra y todavía permanecía en su Santiago, en su Paseo Ahumada con Calle Moneda, imaginándose la ciudad meca o creme de nuestra enrostrada civilización de occidente.

Pensó en preguntar la hora a quien fuese para saber cuándo terminaría aquel infierno:

-“Dios mío, de donde mierda salió tanta gente!”-.

Al pasar por su lado un tipo encorbatado y señero aprovecha la ocasión de formular alguna consulta recibiendo un “I don’t understand” y una mirada de asco de reojo como respuesta.

-“No importa -se dijo-, ya encontraré alguien que me entienda aunque sea un poco”-

Prosiguió caminando, todo era tan impreciso: un Chiken Inn por el costado, una tienda Hang Ten, Levi’s Week, letreros L.A. Gear, Coke, Benneton, IBM, etc...

Entonces abordó un taxi como escapada. Al subirse se percató que el chofer tuviera algún rasgo latino -los inconfundibles bigotes al estilo Pancho Villa- para así preguntarle la hora. Al responder el hombrecillo un suspiro se le acomoda entre los pulmones y un sentimiento de profunda satisfacción le invade con frescura. Se le ocurrió -entonces- preguntar el día o el mes o el año con el único fin de entablar un poco de conversa. El taxista -un bigotón rechoncho y renegrido- lo mira a través del espejo retrovisor con algo de suspicacia o de risa quizás:

-”Señor, ¿hacia qué sector de La Serena quiere dirigirse?, hoy es un 8 de Enero del año 2054”-.