Con la lluvia bañando mis pasos y mi rostro humedecido de agua de cielo y de luceros, bajé aquella noche, por un sendero mudo y ciego, huyendo de los recuerdos y de un dolor como nunca jamás sentido. Y ya sin vacilar, porque lo más terrible se había alojado en mi corazón, reté a los espiritus y me adentré en las sombras, en un vano intento por olvidar la sociedad en medio de una ciudad.
Texto agregado el 23-08-2011, y leído por 109 visitantes. (1 voto)