Libertad, la más pequeñita de la casa, ese día se levanto muy temprano, y como siempre acarició al perrito de felpa que dormía con ella: “Hola Tobías”, le dijo como susurrándole al oído porque aún estaba un poquito dormida. Hizo pereza un rato en su cama y después se levantó.
A Libertad le gusta levantarse, ponerse sus babuchas, coger a Tobías y asomarse a la ventana para saludar el mundo, quien también se está desperezando como ella. Allí, sentada en el marco, espera a que todos se levanten. Y saluda a todos: a los árboles que habitan cerca de allí; a los pajaritos que viven en los árboles; a las nubes que rápidamente avanzan; al sol que lentamente camina por el cielo.
Cuando a terminado, corre alegre hasta la cama de papá: “Papi, papi, buenos días” y papá se levanta alterado, porque se le hizo tarde y va a llegar tarde al trabajo, y casi vota a la pobre Libertad, sin ni siquiera saludarla. Mamá entonces también se levanta, afanada en preparar el desayuno, porque a papá se le hizo tarde; ni siquiera se fija que Libertad está allí.
Entonces Libertad, corre a su cuarto, se acuesta en su cama con Tobías y se hace la dormida, mientras espera que alguien vaya y la busque. |