Taciturno y como si nada,
perdido en la lejanía del hoy,
el hombre de la foto muerde el hastío.
Por dentro, quisiera volver al principio,
jugar naipes en el banco de la escuela,
ser una historia de amores y misterios,
o rehacer esta vida, tan corta para él.
El calabozo, sutil, voraz y cortante
del personaje que se inventó, lo encadena.
La aventura de la improvisación lo agobia.
Profanador de códigos pre establecidos,
se siente abusado, por la espantosa realidad
de vivir la mentira, como la única verdad.
Construyó imperios de falsa esperanza,
historias de imágenes, progresos e ironías.
Doliente e inconsolable, se duerme en su mirada
el comediante, ese fantasma que nunca se fue,
y que hubiera querido dejar que el viento lo lleve,
a tener una vida, antes que esta existencia petrificada
en la imagen mediática de gran triunfador.
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