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Fué en algún momento del año 1996. Tenía unos pocos años y me creía dueña del mundo. El "amor de mi vida" estaba a mi lado y era joven. Inmortal.
Insistía encarecidamente en llevar el pelo como una maraña solferina, un nido de pájaros. Camisa de franela sobre la sudadera blanca, jean rotos y botas de leñador, las medias recogidas sobre los tobillos. Cordón de cuero en las muñecas, en el cuello.
Hacía un par de años le había visto a él. Pálido y ojeroso, con la barba de trasnoche haciendole brillar las mejillas. Cantaba con los ojos apretados, con la mandíbula en tensión. Cantaba como si se le fuera la vida. Como si nos odiara. Era la escencia de lo que sentíamos. La voz de los que no estaban conformes, de los que sabían bailar pero no querían. De los que sabían ser felices pero preferían no serlo.
Le había visto en un concierto, por allá el año 93, con el torso desnudo agarrado al micrófono con las dos manos, con la piel verdosa y perlada de sudor químico y el pelo en desorden. En éxtasis, perdido en un mundo líquido donde nadie jamás podría seguirle.
Entonces, al finalizar la canción había abierto los ojos rodeados de ojeras y había sonreido. Sacó un cigarrillo arrugado y lo encendió. Aspiró largamente y el humo le salió por la nariz. Luego abrió la boca y volutas de humo subieron por su cara, por su frente hasta deshacerse por completo y perderse en el cielo, allí muy arriba. Era Layne Staley. Era Alice in Chains.
Verle fumar me sorprendió tanto que al día siguiente robé del bolsillo de mi padre un par de cigarrillos y me fui a esconder al río.
La empresa de fumar y verme tan insolentemente sexy como Layne casi me cuesta la laringe y un trozo de pulmón. Tosí hasta mas no poder durante media hora seguida, y cuando volví a casa estaba casi tan ronca como mi hermano adolescente.
Pero eso no minó mis esperanzas. Volví a intentarlo al día siguiente, y al siguiente y al siguiente. Al principio me llevaba un espejo y posaba fumando frente a él. Luego de un tiempo el sabor del tabaco me distraía tan gratamente que olvidé las poses y el espejo. Aprendí a no fumar, sino a que hacerlo me gustara. A aspirar el humo y pasearlo por mi lengua , tragarlo y dejarlo reposar en mis jovenes pulmones. Desarrollé un gusto procaz por los cigarrillos baratos, de manufactura simple. Esos que costaban 3 por 100. O quizás era la pobreza que obligaba a un rebeldía mas bien austera. Dejé de tomarme el pelo, dejé de verme ordenada. Era una slacker, una descontenta. Una mina inteligente, que renuncia a propósito a verse bonita porque su sola imagen es una protesta. Su sola prescencia es un principio.
Pasé de que me gustara la música que oía mi hermana, a comprar mis propios cassettes piratas por luca en la feria, con la portada mal copiada y borrosa, pero míos. Pasé de fumar sola a fumar con mi amor, mientras el rasgeaba la guitarra y yo cantaba "Would?" a todo pulmón. Pasé del cigarro a la marihuana, de las escapadas de una tarde a las escapadas de semanas. De los aritos en la oreja al piercing en la ceja. Y Layne siempre estuvo conmigo. Musicalizó mi primera borrachera, la primera vez que le entregué mi cuerpo a alguien, la primera vez que me metí alguna cosilla por la nariz.
Layne estuvo cuando mi amor se murió y cuando me dí cuenta de que nunca sería normal. Cuando me emborrachaba tanto que el mundo era una mancha borrosa y lo único cierto era mi dolor. Desgarrandome por dentro, como lo hizo el humo de mi primer cigarro aquella vez.
Me llevé a Layne y a Cantrell cuando me largué de Chile. Cuando al llegar a un aeropuerto a la mierda del mundo, abrí la boca sorprendida apretando contra mi cuerpo mi chaqueta de cotelé café pensando "¿Que mierda hago aquí?".
Y fumé con ellos. Fumé un Galoise al desayuno, y un American Spirit de almuerzo. Un Camel a la hora del té, regalado a rergañadientes por un amigo tan pobre como yo. Un Gitane antes de dormir, para hacerme la ilusión de que era una Diva glamorosa y no una chiquilla despeinada.
Se me pasaron 7 años fumando. Desde aquel primer cigarro robado y tan posero, hasta el cigarro rápido, ese que no te fumas, que te comes, para engañar al cerebro y al hipotálamo. Y Layne siempre estuvo cantando mientras yo fumaba.
Los años siguieron pasando. Volví a Chile y tuve que volver a acostumbrarme al tabaco hediondo, a la marihuana prensada con caca de perro. Al poco glamour de la adicción. Conocí a un tipo que me dijo que siempre me buscó, mientras escuchaba Nutshell en su walkman, le creí y boté 4 años de mi vida a su lado. Suavemente me convenció de volver a peinarme y de que podía ser normalita si dentro mío seguía creyendo que el grunge no había muerto. Pero era mentira. Layne se había cansado y había dejado de cantar. "Estoy mejor muerto" había dicho, y la gente le había dicho que sí, que era verdad.
Yo finalmente me miré al espejo y no me reconocí peinada y modosa y le dije al tipo mentiroso que se fuera a la mierda, que el recitarme la letra de Nutshell al oído no podría engañarme por mas tiempo y me fuí.
Todos seguimos fumando. Mi papá fumó tanto que le crecieron monstruos en los pulmones y finalmente este año se terminó por morir. Los doctores dijeron que fue por el cigarro, pero yo sé que fue por la pena. La pena se le metió dentro como se mete el humo cuando uno aspira un cigarrito recién prendido. En su funeral todos fumamos. Yo fumaba mentolados pues tengo la esperanza de que me refresquen por dentro y de que en vez de monstruos, hagan que me crezcan plantas de mentita o yerbabuena.
Ahora tengo casi treinta. Ya no fumo tanto, porque estoy enamorada de un tipo que era un niño en los noventa. Que nunca sintió la necesidad de verse insolente y sexy como Layne, y que cuando le cuento de mis rebeldías grungeteras me mira con curiosidad, como si le estuviera contando una película. El creció con el skate y el gel en el pelo. Nosotros ni siquiera nos peinabamos. Pero me agrada, porque las pocas veces que le pregunto si puedo fumar en la pieza, nunca me dice que no. Y yo ya sé que el grunge está muerto, tan muerto como mi amor primero, o como mi papá o como el mismo Layne. Pero creo firmemente que los fantasmas existen, y no creo que haya nada de malo en invocarlos, sobretodo si es encendiendo un cigarro a la antigua con fósforos, mientras escucho los primeros acordes de "Down in a Hole".


Para Layne, aunque ya no esté aquí...


http://www.youtube.com/watch?v=V3mcFG0ou4A&feature=related

Texto agregado el 23-08-2011, y leído por 696 visitantes. (7 votos)


Lectores Opinan
19-12-2011 Layne es la onda, pero parece que te enfocas demasiado en tí, no en el. -St_Clipper
03-10-2011 Bien, pues el grunge no ha muerto, sigue vivo entre muchos de nosotros. El texto, es cómo leer mis antiguos cuadernos que hablan de la autocompasion y disconformidad egocentrica sobre la vida, cuando recien vamos abriendonos a ella... Ahora, mejor dejo que esos sentimientos me busquen cuando realmente sea necesario, y no hacerlos como antes, el pan de cada dia, total, la vida tiene demasiados cristales como para vivir siempre bajo unos cuantos... anatema
21-09-2011 Somos espíritus comunes y paralelos como las elipses de Einstein carelo
12-09-2011 en fin ........exelente ....sin comentarios nildorth
01-09-2011 Un buen texto. Excelente firpo
30-08-2011 Muy buen relato desintoxicada carelo
28-08-2011 bravo Toxica, a mí tambn me gusta Layne Staley... eddyeyork
27-08-2011 ... Como siempre sensacional ... ( Me saco el sombrero una vez más)... athelstane
27-08-2011 He visto en este texto una mujer buscando un camino nuevo, un lugar único, en base a una fantasía copiada a un ídolo de barro que cambio su vida. He visto en sus ojos la luz inquieta de ansiedades explorando rituales de calvarios. Un misterio apenas visible por esas nubes de humos que envolvió su existencia. He visto un relato que conmueve por su crudeza. Ahora creo haber complacido al autor que no entendió mi primer comentario. macacay
23-08-2011 Arropados por las brazas sempiternas del fuego que rige al universo entero y a las pobres almas que deambulan en sus confines: inocentes de su origen, pero culpables de su camino e ignorantes de su destino. Súbitamente eres tangible, ahora me estremezco al pensar que solo debo conformarme con el conocimiento de tu existencia física y la contemplación de tu imagen, macacay
 
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