He caído entre los brazos de un dios somnoliento. He visto la ciudad encender sus luces con mis ojos cerrados. Me he mantenido en silencio en mi lugar escuchando la melodía urbana. He sentido las nubes pasar sobre mí, en un cielo oscuro. Las manos abiertas, el alma también. La ciudad avanza rápidamente y yo soy como una roca. Todo avanza y me mantengo en mi lugar. Respiro lentamente, y mi corazón late una vez al año. Así soy.

Veo las urbes decaer, los muros derrumbarse. Las grandes torres se agrietan y también la humanidad. Los árboles crecen, y sus ramas se unen con el universo. La tierra florece, como en una eterna primavera. La noche me presenta a los astros, siempre girando, cada uno orbitando su propia estrella. Todo sucede allá afuera, y yo aquí.

El tiempo pasa, soy la montaña. El sol ha madurado, cual fruto en su rama. Las aguas se han secado, la vida casi se ha perdido. Estoy a punto de caer.

De pronto mi suelo se derrumba. La negrura me envuelve, decorada con destellos de plata y oro. Mi cuerpo se despedaza lentamente, siento y veo como partes de él se alejan de mí, viajando en el espacio. El tiempo ha dejado de existir para mí.

Soy una roca.