Las palabras se deslizaron a través de su boca. Sobre su lengua tenían sabor a resaca, y entre sus dientes se sentían como piedras. Sus labios se abrieron, y fue como un beso de esos que se pierden en el aire cuando no son respondidos. Sus pupilas ni siquiera se dilataron, ni sus párpados se movieron.
En su mente aquellas palabras ácidas se dibujaban con colores fuertes, como luces de neón. Eran un anuncio en medio de la carretera, fuegos artificiales sobre una noche oscura. Cada letra resplandecía, como una señal de tránsito iluminada por las luces de un automóvil.
Al escapar una por una, formaron una frase que hizo eco en sus oídos. El interior de su cráneo retumbó, sus ojos quisieron escaparse de sus órbitas. Hasta sus pelos se erizaron con aquella agresiva sinfonía. Pudo ver por momentos, como una visión profética, los segundos que seguirían al éxodo de aquella frase. Vio un rostro distorsionado por el dolor, una mueca de sufrimiento, ojos humedecidos, mejillas rojas, heridas por el correr de las lágrimas ardientes.
Supo en ese momento que se había equivocado. Supo que esa frase jamás debió haber escapado de su interior. Quiso tomarla y ponerla de nuevo en su lugar, y llevó las manos a su boca, como tragándose cada letra, atragantándose con ellas, sin embargo era demasiado tarde. Ya lo había dicho... y ella lo había escuchado.
Ya no te amo |