Rápidamente corría el Cabo López por el puente Pio Nono . Quince años en la fuerza y todavía era veloz, en segundos atraparía a ese revoltoso encapuchado, con insignia del Instituto Nacional y puntería de francotirador, que había hecho blanco en los cascos de todos sus colegas.
Fue frente a la Escuela de Derecho donde ocurrió: un agarre, un forcejeo y una reducción. Entonces López, al descubrir el rostro de su hijo oculto bajo la mascara, entendió porque era el único del piquete al que los guijarros no habían acertado.