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Inicio / Cuenteros Locales / huallaga / Paraíso de ilusiones" (Fragmento)

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Estoy pensando que no se puede hablar de un padre si éste no ha estado presente en cada uno de nuestros mejores momentos. Pues un padre ausente es apenas un puntito que asoma con cierta timidez, un recuerdo opaco y triste, un recuerdo que se pierde y no comparte nuestra infancia; y Dios sabe por qué. He pensado juzgarlo y no tengo ánimo, porque no se puede hablar de una persona que apenas te ha acariciado la cabeza algunos años. Algún día cuando regrese (si es que eso sucede), encontrará a mamá sin esos ojos de niña que conoció, sin esa sonrisa tímida con que solía esperarle al llegar a casa, la encontrará con la mirada fija en el puerto, viendo pasar a los botes por el río Huallaga, cada tarde de cada día, esperando que Henry se aparezca en uno de ellos, con su sonrisa fresca y el sombrero caído sobre la frente.
Desde hace días mi madre me está dando pena. Ella, tan ágil, tan dueña de sí misma, me parece que ahora estuviera escarbando en su recuerdo, tratando de encontrar alguna justificación a su soledad. Creo que su mente se está encerrando en un círculo en espiral, tirando para abajo, porque noto que ha empezado a alejarse de nosotros. Entonces cuando la veo así, con la mirada fija en el puerto o en el camino que cruza el malecón, pienso en papá, y, sin ánimo de juzgarlo, creo que él debe tener buena parte de culpa para que mamá se encuentre en esta situación. Cada escena me duele, me lastima, siento como si me sacaran astillas del cuerpo y la volvieran a incrustar con mayor profundidad...
Ahora observo a mi madre ultrajada por el hombre que me engendró. Estoy viendo cómo la zarandea y le arrincona, mientras ella trata de buscar refugio cargando a mi hermana menor; pero lo que consigue es que él se enoje más. Y la llama de puta, y vuelve a llamarla, y la sigue llamando, aumentando sus gritos, y mi hermana llorando... y le asienta algunos golpes que asustan a mi hermana quien deja escapar un grito agudo mientras mamá trata de cubrirse con una de sus manos. Entonces papá vuelve a golpearla, con mayor fuerza, sin importarle el llanto de mi hermana. A papá parece que no le importa, por el contrario, aumenta su enojo; y a la vez que vuelve a llamar de puta a mamá, va sacándose esa maldita correa ancha que lleva en la cintura, mirándola con ojos llenos de ira, maldiciendo su suerte de haberse casado con una pueblerina, buena para nada. Entonces ella suelta a mi hermana y corre a tomarme entre sus brazos, pone su cara junto a la mía mientras sus lágrimas calientan mi mejilla. Está llorando mi madre. Yo también me pongo a llorar. Todos estamos llorando, acurrucados en un rincón, esperando que en cualquier momento mi padre empiece a descargar su furia sobre nosotros. Pero se contiene y, lanzando carajos, se tiende a la cama a reposar su borrachera. Entonces mamá, secándose las lágrimas con el borde de su falda, nos lleva a caminar a casa de su hermana Rosa, aconsejándonos de no llegar con cuentos donde la tía...

Texto agregado el 22-08-2011, y leído por 146 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
22-08-2011 Conmovedora historia, bien redactada glori
 
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