Estimo que, si lograra a veces,
dejar de ser un idiota convencido
y todos los histéricos quehaceres,
quizás, más que sobras de amor
y los coreados gestos amables
de esas únicas cosas imposibles
ya conocidas por toda la gente,
podría soñar con chocolates
la eternidad de un siempre,
en arbitrario auto desprestigio.
Chocar con la tapa de un libro
el gélido invierno más oscuro,
mientras las piedras, allá abajo,
siguen sacando conversación.
Enamorarme, perdida y locamente,
de la semblanza de la duda
y mudar los cuerpos de sitio.
Pero invariable me digo… no cambies,
y cauterizo mis intenciones con ron,
En tanto, me voy convenciendo, solo,
que siempre tenemos otra oportunidad.
Al instante…. deshabitado, despierto.
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