-Vamos, Carla, seamos novios.
-No lo sé Marcos. Mamá no va a dejarme y somos chiquitos.
-No inventes, dale, dame la mano.
-Bueno…Te quiero, Marcos.
-Te quiero, Carla.
Mi nombre es Hernán Jaime. Soy detective privado y hace aproximadamente tres días recibí un llamado donde me notificaron que debía estar en el lugar del crimen en 24 horas. Vivo en Mendoza y el pueblo en cuestión se encontraba entre La Pampa y Río Negro; algunos lo llamaban Quemada, otros Quedana, y otros simplemente no lo llamaban.
Un caso común. Un secuestro, una niña, un secuestrador y un solo testigo: un pequeño de 5 años.
Sabia que no iba a poder sacar confesiones del muchacho, así que obvié ese paso y luego del chequeo general de la escena empecé a caminar por la ciudad en busca de algo, a pesar de no saber muy bien qué.
Era un pueblo con pocos habitantes, por ende, no sería tan descabellado que todos supieran acerca de todos.
Caminando me encontré con un hombre senil tomando mate y le pregunté si sabía algo al respecto. Lo que más me llamó la atención fue que durante el relato, el sujeto mencionó un caso parecido ocurrido hacía diez años, lo que me pareció extraño por la dimensión del pueblo.
Le pregunté si sabía algo más relacionado al hecho y lo único que me dijo con certeza fue que la víctima había sido una mujer de alrededor de treinta años.
Después de haber dado mil vueltas por la plaza principal - donde la niña había sido vista por última vez - me fui directo a la oficina que se me había asignado. Cuando llegué busqué información acerca de la desaparición de aquella mujer de la que había hablado el vecino. No daba con ningún indicio y se me estaba complicando el perfil de mi rival. Lo único que tenía eran datos aparentemente desconectados.
Por un lado, una mujer de 28 años, secuestrada una década atrás. Había desaparecido el 6 de febrero de 2002 a las 09:00 de la noche (09:01 momento en que su reloj deja de funcionar al chocar contra el asfalto), en Cochabamba 271. Liberada el 2 de marzo del 2002 a las 03:00 de la tarde, sin pedido de recompensa alguno. La mujer no había vuelto nunca más al pueblo.
Por el otro, una niña de 5 años secuestrada hacía dos días. Desaparecida el 1 de enero de 2012 (efectivamente, casi diez años de diferencia), a las 03:00 de la tarde, en la esquina de la plaza principal, entre Ratto y Perón.
No pude dormir ni tampoco encontrar respuestas.
A las 11 de la mañana sonó el despertador y noté que me había dejado vencer por el sueño con el café entre mis manos. Me bañé, y mientras lo hacía mi cabeza dio un giro de tuerca. Me apresuré y corrí a la casa del único testigo que tenía. No fue fácil, pero logré que hablara.
-Estábamos comiendo caramelos y un señor se acercó y le dijo “dame la mano”. Ella se fue con él.
No necesite preguntarle si lo había visto. La frase tenía 10 letras. Todo cerraba.
Hace 10 años, una mujer de 28 años fue secuestrada (2+8= 10). El lugar de la desaparición: Cochabamba (10 letras), 271 (2+7+1= 10). El hecho se efectuó el 6 del 2 del 2002 (6+2+02= 10), a las 09:01 (9+1= 10). El 2 del 3 de 2002 (2+3+2= 7) a las 03:00 de la tarde (7+3= 10) fue liberada.
Estaba todo minuciosamente planeado y era evidente que el raptor sufría un trastorno obsesivo con el número 10. De esta manera no fue difícil descifrar el caso para el que había sido contratado.
La niña tenía 5 años. Había desaparecido el 1 del 1 del 2012, a las 03:00 de la tarde (1+1+2+1+2+3=10). Según mis cálculos había algo que no encuadraba. Me faltaban 5 años…
Me encaminé entonces con tranquilidad a la plaza del secuestro para observar más detalladamente la escena.
Mientras analizaba la situación, escuché detrás de mí una frase: “Dame la mano”. Volteé a ver y una niña miraba desconcertada a un hombre que le hacía la invitación. La pequeña no superaba los 5 años…
Fue entonces cuando supe que el caso estaba cerrado.
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