La niña y el viejo árbol,
la flor y el jardín desolado,
las espirales y los laberintos,
el terreno y las estrellas,
mi vecina y los pintores,
siempre hubieran quedado allí,
perdidos, bajo cielos mostaza
después de la tormenta,
recostados sobre el muro,
pisando un verde ceniza,
manteniéndose fuera de la piel,
estando a un paso del vacío,
como una la historia de nada,
si no fuera porque un simple día,
di de baja el efecto distancia
para ir rescatando inocencias.
En definitiva, ahora, todos
somos mucho más que nada. |