Tic-tac, tic-tac…
Abren blancas, apertura tradicional, juguemos a que no sabemos jugar…salta el caballo, la fila de infantes que vigilan mi castillo del mal. Apunto cada jugada, concienzudamente, no quiero perderme nada, y quiero repasarlo todo después. Cruza la mesa de lado a lado el alfil, cabalgando a lomos del diablo con la miel de los besos tuyos que robaron de mi parte de la mesa. Tomo tu caballo mi alfil como presa, pagué con jugo de cerezas su rescate, y en cambio saque tu torre de escena. No hagas ahora como si te diera pena, maldices mis negras con la elegancia impoluta del blanco de tus piezas.
Jaque engañoso roto a mi reina, temblor permanente en las piernas, no te pones nerviosa para romper la tabla, con taconeo de bases de madera. Miro tus ojos mientras miras la mesa, mientras no me mires, esa partida jamás podré ganarla. Golpe de efecto sobre el reloj, salgo al paso con una finta de evasión, sacó a mi reina de aquel atasco de piezas hostiles sin corazón, cruza la mesa y se pone a salvo bajo el amparo de mis peones que la rodean para que ni siquiera sea capaz de pasar el sol. Me cierro en banda mientras tus manos buscan algo que poder capturar. Demasiado tarde para eso, ya lo hiciste, y con bastante eficiencia.
Otro jaque, de la reina al pequeño peón, metáfora absurda sin sentido, y sin posible explicación, intentar luchar contra los principios básicos de una existencia mezquina sin motivación. Se achica mas aun aquel peón, sobre la majestuosidad de la reina, que lo mira con desprecio, o peor aun, no lo mira, no esta preparada para ver cosas de poco valor. El peón, destrozado, siguió en pie sobre la mesa, sin moverse, apartado. Roto.
Tic-tac, tic-tac…
Y se nos van acabando las vueltas al reloj, démonos prisa y no dejemos que el tiempo gane la partida, decide pronto y asegúrate de no fallar, porque con un solo pequeño error. Todo acabara.
El peón que en su momento quedo olvidado, anda ahora veloz por el tablero, cruzando con alma de guerrero el desierto devastado por la confrontación. A un lado, sus compañeros, en la batalla caídos, le daban todo su aliento y calor. Llegó al final del camino, y lo que era un mísero peón, cogió forma de reina de ébano, y rápidamente su reinado comenzó. Las negras toman de nuevo la partida, en un par de movimientos todo bajo control, reina contra reina, corazón a corazón. La reina blanca que antes miraba con desprecio a aquel peón, mira ahora con asombro al valor que desplegó, por luchar contra viento y marea en cruzar aquel infierno, para poder volver a por aquello que dejo sin terminar.
Frente a frente, las reinas se miraban mutuamente, los reyes a un lado, permanecían expectantes. La tensión sobre la mesa era más que palpable, mis manos temblaban, y las tuyas, aún escondidas, también lo hacían.
Tic-tac, tic-tac…
Apenas un par de minutos para el final. Reina contra reina, tus ojos contra mis ojos, y sigue pasando el tiempo. ¿Acabamos la partida?
Jaque mate al corazón. |