EL CANTO DE LOS CHILALOS…
Desde la verdísima copa de un sauce, de un faique, de un arrayán o de un aliso, crecidos junto al Zamora o al Malacatos, los madrugadores chilalos, macho y hembra, cantan a dúo y enamorados anuncian el amanecer de un nuevo día, con su trino fuerte y repentino ¡inconfundible!. No he oído otro pájaro que cante con tanta alegría y a dúo con su pareja, como exultando a su Creador. ¡Cuando los escucho me inunda la naturaleza!
Con qué afán tan propio hacen sus nidos; eligen el mejor árbol, la mejor rama, y lo defienden; se pasan días y días haciendo su casa, recogiendo materiales para construir el nido donde van a nacer sus polluelos, estos pajaritos tan propios de nuestra tierra lojana, son pequeñitos, de color rojizo y pecho claro, alas cortas y cola larga, con pico largo, más largo que la cabeza. Tienen la particular característica de hacer pareja una sola vez en su vida y con ella comparten la construcción del nido, la incubación de los huevos, el cuidado de los pichones. Mientras uno de los chilalos incuba, el otro va en busca de alimento, anunciando su regreso y el relevo a su compañero por medio del canto. ¡Fantástico! ¿Verdad?
El trabajo de hacer el nido empieza cuando se acaban las lluvias en Loja. Baten el lodo con las alitas y hacen un nido en forma de horno, del tradicional horno de barro. Cuando estos hábiles “pájaros arquitectos” han terminado de hacer su nido, la hembra pondrá los huevos para ser encubados por los dos.
Cuentan los viejos de mi tierra que los chilalos saben si el año será lluvioso o no. Si ubican sus nidos en las copas de los árboles, entonces el año será seco, con pocas lluvias; pero si el nido está entre las ramas más tupidas y debajo de las hojas, es porque se avecina un año lluvioso. ¿Y cómo saben esto los chilalos? Ellos son sabios y por eso preguntan a sus ancestros: preguntan de madrugada con su impetuoso trinar a los últimos rayos de la luna, beben el agua de sus ríos y cantan al amanecer preguntando al Villonaco. que les envía la respuesta en los bravos vientos de agosto cuando viene la Churona.
Cuando éramos niños, nuestros padres nos advertían no romper los nidos de los chilalos para evitar atraer tormentas y otras catástrofes. Y cuando desobedientes capturábamos un chilalo, este moría entre nuestras manos porque no soportaba perder su libertad.
Cuando el viento fuerte, la lluvia torrencial, un depredador que llega, o si se tala el árbol, cualquiera de estos son riesgos que pueden votar al suelo un nido de chilalos que con tanto esfuerzo fue construido. ¿Qué hacen los chilalos ante esta adversidad? ¿Se amedrentan?, ¿abandonan la tarea? ¡No!, ¡Jamás! Con toda su paciencia y cuantas veces sea necesario vuelven a comenzar, a construir su casa. Cuando su nido es destruido los chilalos se callan, se callan por un momento, pero en seguida vuelven a cantar, y a traer lodo, y ramitas para empezar de nuevo a hacer su nido.
¡Que afán tan esperanzado el de los chilalos! Los admiro y quiero aprender de ellos a tener fe, a tener paciencia y esperanza, que no es sino el modo interior de creer en la vida.
Cuando un sueño se frustra recordemos que tenemos muchos, muchísimos motivos para empezar de nuevo, aunque ni siquiera sepamos por dónde empezar. Mantengámonos de pie y firmes; pongamos la esperanza al frente y, si nuestra vida se hizo pedazos, juntemos con paciencia la esperanza y los pedazos de nuestra vida para construirla de nuevo y volver a empezar. Y sobre todo... nunca dejemos de cantar.
Zoila Isabel Loyola Román
ziloyola@utpl.edu.ec
Loja agosto de 2011
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