–¿Se va a poner de novio con la Delia, mhijo?
–Pero mamá, ella es mayor que yo…
–No importa, a ella usté le gusta.
–Si, pero… ella es fea.
–¿Y usté quién se cree que es? ¿Gardel cree que es? ¿Jorge Negrete es? ¿O tal vez el señorcito se cree Sandro de América…? Va a terminar casándose con una negra, va a ver…
–Yo no dije nada que fuera negra, mamá.
–Lo pensó usté. No lo dijo pero lo pensó. Nunca lo oí hablar bien de ninguna negra.
–Yo con usté no hablo nunca de mujeres.
–¿Cómo que no? ¿No se la pasa hablando de la Nena? ¿Eh? Claro, ella es blanquita. No tiene la culpa que haya salido así, porque sale al padre que es blanco como un papel, pero la madre es negra como un carbón.
–La Nena es linda porque es alta, mamá.
–Si, ya sé. Tiene patas largas y cuando se sienta les anda mostrando los calzones a todos ustedes. ¡Gurisa desvergonzada!
–Ella es linda, además, porque juega con nosotros. La Delia pasa y se ríe de nosotros y la pelea a la Nena. Un día la Nena la va a agarrar de las mechas, ya dijo.
–Se aprovecha que la otra pobre es chiquita.
–¡Pero es mayor que la Nena y que yo!
–Mire. Preste atención a lo que le digo. La Nena será menor pero cuando la Delia va, ella ya está de vuelta, así que no es una cuestión d’edá. Y encima es enorme al lado de su pretendienta, pobrecita, linda chiquita.
–No me puedo poner de novio por lástima, mamá.
–¿Lástima, dice? Lástima cómo está quedado por la Nena, manoseándose y ensuciando las sábanas… Al menos con la Delia va a hacer vida, ¿no se da cuenta?
–No, mamá.
–Bueno, ya se dará. Y será mejor que piense en la Nena antes de acostarse... así no mancha las sábanas.
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